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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 921

Lionel, sin darse cuenta, se rascó la parte de atrás de la cabeza otra vez. ¿Había vuelto a decir algo fuera de lugar?

—Lionel, ¿acaso estabas esperando que te invitemos a la fiesta de nuestra boda, la de Gaspar y yo? —Samanta levantó la cabeza de golpe, mirándolo directo a los ojos.

Lionel se quedó pasmado un segundo. Después se rio bajo, casi divertido.

—¿A poco Gaspar ya te pidió que te cases con él? ¿Cuándo fue eso? Ese tipo ni siquiera nos ha contado nada.

De repente, los ojos de Samanta se llenaron de lágrimas. Giró la cara para no mirarlo y le soltó de golpe:

—Ya no quiero hablar contigo.

Apenas terminó de decirlo, agarró su bolso y se metió entre la multitud del centro comercial, marchándose sin mirar atrás.

Lionel la observó irse, confundido. Al rato recordó que Samanta había salido sola, así que, casi por instinto, fue tras ella.

—Samanta.

Era la hora pico en el centro comercial y había gente por todos lados. Lionel la buscó durante varios minutos, pero no logró encontrar su silueta por ningún lado. Empezó a preocuparse y sacó su celular para llamarla, pero Samanta no contestó.

Volvió a intentarlo, esta vez por mensaje.

[Samanta, ya deja de hacerte la ofendida, te llevo a casa.]

Samanta no respondió.

Lionel esperó un rato más y luego salió del centro comercial. Lo que no vio fue que, justo detrás de él, en la entrada de una boutique de ropa para mujeres, Samanta estaba parada, mordiéndose los labios hasta casi sangrar, apretando tanto la correa del bolso que los nudillos se le pusieron blancos.

El celular seguía vibrando con mensajes de Lionel. Samanta bajó la mirada y leyó el siguiente:

[Samanta, si dije algo que te molestó, no me lo tomes a mal. Yo en serio quiero que tú y Gaspar estén bien.]

Samanta cerró los ojos y respiró hondo, luchando por no llorar. Luego, tecleó una respuesta:

[La culpa es mía, ando de malas hoy, perdón por quitarte tu tiempo.]

[No, al contrario, me gustó ir al cine contigo.]

Samanta apretó el celular un instante, lo guardó en la bolsa y no respondió más. En vez de eso, se dirigió a la tienda de ropa.

Lionel, ya en el estacionamiento, esperó un rato a ver si le respondía. Al ver que no, supo que Samanta de verdad no quería saber nada de él por ahora.

—Acompáñame, ¿no?

Lionel observó a Jacobo. Sabía perfectamente por qué su amigo andaba de malas. Después de todo, esa crisis inesperada en la empresa era un problemón, y aunque Lionel quería ayudar, ni sus contactos ni su posición le alcanzaban para hacer la diferencia. Solo Gaspar, con sus conexiones y capacidades, había podido salvar la situación.

—Por suerte Gaspar te ayudó con lo de la empresa. Ya todo está mejor, ¿no? Vi que hoy tus acciones subieron dos puntos.

Jacobo asintió.

—Gaspar me salvó el pellejo.

—Para eso están los amigos, manito. Cuando él necesite algo, tú nada más échale la mano también —le dijo Lionel, tratando de animarlo.

Jacobo se quedó con la copa en el aire, los ojos inyectados de cansancio y tristeza, mirando a Lionel sin decir nada. Pero su expresión lo decía todo.

Lionel captó al instante lo que pasaba por su mente y guardó silencio. Dejó escapar un suspiro.

—Entiendo por lo que estás pasando, pero esas cosas...

—El otro día vi a Gaspar y Micaela dejando juntos a Pilar en la escuela. Hoy también Gaspar fue quien llevó a Pilar... —Jacobo terminó de un trago la copa de vino, tragándose también su amargura.

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