—Micaela —la voz de Jacobo sonó cálida y serena mientras sus ojos se posaban en ella con ternura. Al ver los ojos enrojecidos de su madre, tomó su chaqueta y se sentó junto a ellas. La señora Montoya, con el rostro lleno de preocupación, preguntó apurada:
—Jacobo, ¿cómo va todo?
—La otra parte se mostró bastante dura. Ya contraté un abogado y vamos a proceder por la vía legal —dijo Jacobo, frotándose el entrecejo. La empresa apenas había superado una crisis, y ahora la vida le lanzaba otro lío.
Micaela lo miró sincera.
—Si hay algo en lo que pueda ayudarte, dímelo sin pena.
Ella no sabía si de verdad podría ayudar, pero mientras pudiera, no dudaría en apoyarlo.
Jacobo le devolvió una mirada agradecida.
—Gracias. —No quería preocuparla demasiado, así que agregó—: Ya hablé con un abogado experto en casos internacionales de custodia. Dice que tenemos muchas posibilidades de ganar, pero el proceso tomará algo de tiempo.
La señora Montoya respiró aliviada. Todo lo que la había alterado era la preocupación por su hijo, pero al oír esas palabras, se sintió menos ansiosa.
—Hagamos esto, Micaela. Jacobo lleva mucho tiempo sin sentarse a comer en paz. Yo puedo cuidar a la niña, ¿puedes acompañarlo a comer algo al restaurante de enfrente? —pidió la señora Montoya, casi suplicando.
Micaela se sorprendió un poco, pero sabía que la señora Montoya tenía experiencia cuidando niños. Podía confiarle a su hija sin problema.
Se giró hacia Jacobo.
—Está bien, yo invito —dijo, y luego miró a la señora Montoya—. ¿Por qué no vamos todos juntos con la niña?
La señora Montoya sonrió.
—No, mejor no. La niña anda inquieta y luego ni pueden platicar tranquilos. Vayan ustedes dos, aprovechen y coman bien.
La intención de la señora Montoya era clara: quería que Micaela acompañara a su hijo y le ayudara a relajarse un poco.
Micaela no insistió más y asintió.
—Perfecto, acompaño a Jacobo al restaurante y regreso pronto.
—Vayan, y por favor, ayúdame a que coma bien. —La señora Montoya parecía más animada.
Jacobo notó el esfuerzo de su madre por hacer ese arreglo y sintió que quizá estaba incomodando a Micaela.
—Mamá, la verdad te estás pasando...
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