Amaris parpadeo un par de veces cuando notó que Maena se alejaba de ella y volvía a sentir su cuerpo pesado.
Enseguida, Dave la rodeó con sus brazos para ayudarla a incorporarse. Le sonrió al ver que recuperaba la lucidez en su mirada y notó que las comisuras de sus labios se curvaban en una leve sonrisa.
'Gracias...' Murmuró Amaris mientras él se reía como respuesta y se inclinaba, dándole un beso en la frente.
'Tienes que manejar mejor a tu loba'. Se oyó la voz temblorosa de Leopold desde el otro lado de la habitación.
Amaris se tensó un poco al ver que Dave giraba la cabeza para mirarlo con advertencia.
'No, no tiene que hacerlo. Así están perfectamente equilibradas. A pesar de lo que puedas pensar, no estoy interesado en quitarte la corona, «mi rey» Me basta con ver cómo se te escapa el poder de las manos. No seremos la causa del fin de tu reinado, ese honor lo tendrás tú mismo'. Le respondió Dave con un leve gruñido.
En ese momento, Amaris se estremeció entre los brazos de Dave, y él empezó a frotar sus manos contra los brazos de ella con rapidez, en un esfuerzo por calentarla un poco. Hace poco había pasado por muchas cosas emocionalmente, y lo único que él quería era llevarla a casa y ponerla a salvo en un lugar seguro para que pudieran resolver esto juntos.
Él volvió a mirar a su padre y lo fulminó con la mirada.
'Nunca abandonaré a mi pareja, no como tú. Amaris siempre tendrá un lugar a mi lado, lo apruebes o no'. Dijo él, mientras se llevaba a Amaris y abría la puerta de golpe.
'¿A dónde crees que vas? Aún no he terminado con ustedes'. Les gritó Leopold.
Amaris soltó un sonoro bufido y se dio la vuelta para mirar a su padre por encima del hombro.
'¿No? Pues nosotros sí, Leopold. Me has rechazado y pretendes desheredarme. Ya no eres parte de mi familia'. Amaris bufó mientras agarraba la mano de Dave con fuerza y salía del despacho sin decir nada.
Cuando se sentó en el asiento del auto de Dave, soltó un largo suspiro mientras él se colocaba a su lado y le ordenaba a los guardias que los llevaran a casa.
Mientras él la observaba en silencio, ella sacó su teléfono y empezó a escribir en él sin parar con el ceño fruncido.
'¿Qué haces?'
'Le estoy enviando un mensaje a Eva. No puedo irme así sin decirle nada'. Amaris soltó un suspiro, con un aire de determinación.
En la intimidad de su auto, Dave supuso que ella lloraría después del intenso día que había tenido.
Había sido acusada de un crimen atroz, había perdido su trabajo y su reputación, además de enfrentarse a una inminente comparecencia ante el tribunal de ancianos para ser despojada de su título.
Sin embargo, al contemplar el rostro decidido de la mujer que tenía delante, sintió que su corazón se aceleraba y que su lobo se emocionaba por segunda vez ese día.
Volteó la cabeza y frunció el ceño mientras miraba pensativo por la ventana. Cuando Amaris apareció de la nada, su lobo ya había notado un poco su presencia. Cuanto más tiempo pasaba con ella, más respondía su lobo y eso lo hacía pensar.
La verdad es que estaba ansioso por que su corazonada fuera cierta, pero no quería hacerse demasiadas ilusiones en caso de que se equivocara.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Alfa