Eran las doce de la noche en la mansión Rodríguez, el apuesto Deegal se encontraba sentado en uno de los sofás bebiendo un trago de whisky, sus celos y su rabia eran más que evidentes, la madre de su bebé se había largado de fiesta de nuevo, a ella no le importaba ni siquiera un poco ser madre, el pequeño Danilo, era siempre cuidado por las niñeras nunca por ella
El poderoso y millonario CEO llevaba en la mano su ya inseparable bastón y en los ojos ciegos unos lentes negros de reconocida marca, Deegal había perdido por completo la vista en un accidente algunos meses atrás
Los relámpagos que cruzaban por el oscuro cielo anunciaban la tormenta que estaba por desatarse, lo que más le enfadaba a Deegal era no poder salir a buscarla él mismo y traerla a rastras a la mansión
La espera fue larga, por fin a las tres de la mañana llegó Kara Arellano, excesivamente ebria, eso pasaba cada vez que salía, la joven mujer se perdía en la bebida, apenas escuchó que el sonido de las zapatillas se acercaba, el hombre la llamó
— ¡¿Creés que son horas de llegar a la casa donde te espera tu hijo pequeño y tú prometido?! — el reclamo parecía más a un rugido, Kara se estremeció de miedo por un momento pero pasó casi de inmediato, estaba harta y muy borracha, está vez ya no se iba a callar
— ¿Qué pretendes? ¡¿crees que voy a quedarme encerrada solo por qué tengo un bebé y un prometido ciego?!
Deegal no podía creer como le estaba hablando su prometida, ella nunca antes había dicho tales cosas
— ¡Eres madre, estás en una relación, no puedes andar por ahí haciendo lo que se te canta, no puedo verte pero puedo oler que vienes muy pasada de alcohol! no te voy a permitir que sigas teniendo esa vida de excesos, entrégame la tarjeta negra, no seguiré pagando tus parrandas, o cambias de comportamiento o..
— ¿O que? aquí está tu m*****a tarjeta — la mujer la sacó de su bolso y la puso en la mesa de centro — ¡si está tarjeta es la que me ata a ti no la quiero, lo que quiero es mi libertad, ya no soporto vivir a tu lado, no eres ni la sombra de lo que fuiste, ahora no eres más que un discapacitado, ya no me atraes, no me satisfaces más, además ser madre no es para mí, me largo Deegal! ¡esta vida tan patética que llevas no está hecha para una mujer como yo!
— Piensa bien lo que estás diciendo Kara, tenemos un hijo, siempre nos hemos querido, voy a a buscar la forma de recuperarme, debes tener un poco más de paciencia — Deegal se tensó ante las crueles palabras de su pareja, él no quería perderla, habían estado juntos por tres años y la quería demasiado
— ¿Creés que no lo he pensado? ¡ya te dije que estoy harta que no quiero seguir más viviendo contigo, solo mírate, ya no eres un hombre! eres un lisiado que no se puede siquiera valer por si mismo, ¡Kara eligeme la ropa, Kara ayudame a ducharme, Kara dame los alimentos! eres una pesada carga para mí, ¿que no lo entiendes? ¡no puedo soportarlo un solo día más! me voy y no pienso volver — la mujer regresó sus pasos a la puerta, Deegal la siguió como pudo pero no pudo evitar caer justo a los pies de la bella pelirroja
— No te vayas, podemos solucionarlo, quédate, tenemos una familia — suplicó el hombre, pero en respuesta solo obtuvo el sonido de los tacones que terminaban de alejarse, ella había estado justo frente a él y lo dejó tirado en el piso, lo despreció por ser ciego, despreció su amor y su devoción
¡¡KARAAAAAA!!
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