Aunque Carlos había escuchado claramente las palabras de su esposa, no respondió y prefirió mirar por la ventanilla del auto.
"¿No vas a llamar a tu abogado? ¡Bien! ¡Entonces llamaré a Emmett y le pediré que lo llame él!", dijo Debbie mientras buscaba un número en la agenda de la pantalla de navegación del vehículo. " Sin mi consentimiento, él no llamará al abogado", dijo Carlos finalmente.
"¡Entonces llámalo tú!", exigió ella.
"Concéntrate en conducir, soy un hombre de palabra, no pienso cambiar de decisión", espetó su marido.
Cuando la luz del semáforo cambió, Debbie tuvo que reiniciar el motor, mientras se enfocaba en el camino, ella preguntó: "¿Qué prefieres comer?", después de todo, él era el jefe.
"Come lo que quieras", respondió Carlos con indiferencia.
Indecisa sobre dónde ir, Debbie repasó algunos nombres de lugares familiares en su mente, hasta que por fin apareció un restaurante en el que se le antojaba comer.
De modo que condujo hasta el destino y se detuvo, cuando salieron del auto, la cara de Carlos se endureció al ver el lugar.
Debbie le dirigió una gran sonrisa y señalando al restaurante, dijo: "De pronto me dio antojo de comer pizza de durian, es por eso que manejé hasta aquí, sé que el restaurante puede ser un poco demasiado barato para tus gustos, pero es mucho mejor que la comida de la calle, ¿verdad? Vamos, sólo dale una oportunidad...".
Era un restaurante de cadena nacional y la comida era bastante buena, la cadena operaba tiendas en la mayoría de los principales centros comerciales. Para Debbie, era un buen restaurante, no obstante, para su marido era uno de esos lugares de baja categoría que él consideraba como un desperdicio de dinero.
Después de pensarlo un momento, él accedió, aunque de mala gana y caminó hacia la entrada del restaurante, ella lo siguió inmediatamente.
Eran las 8 de la noche, y el lugar estaba lleno de clientes. Debbie y Carlos se sentaron en una mesa cerca de la ventana, entre los clientes, algunas cabezas se volvieron para mirar la llegada de la hermosa pareja.
Una mesera se acercó a ellos y cuando notó la presencia de Carlos, sus ojos brillaron, Debbie sacudió la cabeza con resignación, miró el menú y después dijo: "Yo quiero una pizza grande de durian, un pastel de durian de múltiples capas, paella y albóndigas de caballa española, eso sería todo, ¿a ti qué te gustaría comer?".
Entonces ella puso el menú frente a Carlos, pero él ni siquiera lo miró, "Ya comí", respondió mostrando el desinterés en su voz.
"¿Qué?", preguntó Debbie desconcertada. ¿Por qué tenía que venir Carlos si pensaba que este era un lugar ordinario? Cualquiera que fuese el caso, él también podría irse, porque ella no estaba apuntándole con un arma en la cabeza.
'¿Es posible que sólo quisiera acompañarme?', dijo Debbie para sí misma. Su corazón se aceleró con sólo pensarlo, pero tuvo que calmarse, porque necesitaba hablar con su esposo sobre el asunto del club. Así que después de que la mesera se fue, ella golpeó la mesa para llamar la atención de Carlos, "Eh... en realidad, no soy esa clase de buena chica...".
Antes de que Debbie pudiera terminar sus palabras, él interrumpió: "Lo sé". Ella se sonrojó, quería decir algo, pero no pudo articular palabra.
Luego, Carlos agregó: "Vas a mejorar, es sólo cuestión de tiempo". Él se juró a sí mismo que la convertiría en la mujer perfecta.
'Espera, ¿de qué estamos hablando? No iba a discutir con él si soy una buena chica o no', pensó Debbie. Después, ella se sacudió la extraña sensación, se inclinó hacia él y dijo con seriedad: "¿Estás seguro de que quieres transferirme el club? Creo que se iría a la quiebra dentro de medio año... ¡Ay no! ¡Dentro de tres meses!".
Inclinándose también hacia adelante, Carlos dijo en voz baja y sensual: "Quédate tranquila, no tienes que hacer nada más que contar el dinero, habrá un equipo profesional para dirigir el club". Además de nombrar a su esposa como la legítima dueña del club, gradualmente también le entregaría más y más acciones. Cualquiera que fuera el caso, ella estaría llevando a casa enormes beneficios.
Debbie no sabía cómo rechazar su tentadora oferta. Dejando a un lado el dinero, las miradas cinceladas de su marido eran tan atractivas, que ella temía que se rendiría a él en cualquier momento.
Con el rostro ruborizado, Debbie se recostó para mantenerlo a distancia. "No hay presión para nombrarme dueña del club, eso me hace ver como si sólo buscara el dinero, no soy una vividora. ¿Qué te parece esto? Mientras no me hagas la propietaria, no me divorciaré de ti", ofreció ella. Para ser honesta, no era una mala idea tener un esposo como Carlos, el hombre era sumamente guapo, rico y poderoso.
'Esa es justo la respuesta que quería escuchar', pensó él y soltó un suspiro de alivio porque logró que su esposa descartara el divorcio, sin embargo mantuvo la calma y la compostura. "No te molestes en negociar conmigo, no creo que seas capaz de hacerlo todavía, te puedo asegurar que serás la dueña del club y olvídate del divorcio, ya que eso es imposible", dijo él.
'¡No! ¿Por qué está siendo tan mandón?', Debbie puso los ojos en blanco.
Pronto la pizza de durian fue servida, el aroma la hizo babear mientras tomaba el cortador de pizza a toda prisa.
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