Para probar que Carlos lo dijo en serio, Tristán sacó su teléfono y le envió el número de teléfono de su jefe, "Jeremías, este es el número del Sr. Hilton".
Todos estaban sorprendidos, Debbie se preguntó por qué su marido era tan posesivo. Obviamente, estaba tratando de mantenerla alejada de su mejor amigo, preocupada por lo que esto podía conllevar, ella levantó la cabeza y declaró: "Jeremías y yo sólo somos buenos amigos, ¿cómo puedes quebrantar nuestra amistad de esta manera? Eso no está bien...".
Inesperadamente, Jeremías intervino antes de que Carlos pudiera responder, "Sr. Hilton, me alegra mucho escuchar lo que acaba de decir. Antes, Debbie, la niña ingenua, hizo tanto por Hayden, pero el imbécil no lo apreciaba en absoluto. Ahora, finalmente hay un hombre que se preocupa por ella, así que haré lo que usted me diga, si la Jefa necesita ayuda o algo, seré el primero en llamarlo".
Entre los amigos de Debbie, Jeremías la conocía desde hacía mucho tiempo, por lo tanto, era consciente de todo lo que había pasado entre ella y su antiguo novio, Hayden. Por lo que él sabía, este último era el culpable de los comportamientos poco femeninos de Debbie.
Pero en este momento, ella estaba sorprendida por lo que su amigo había dicho, ¿desde cuándo se volvió ingenua ante los ojos de Jeremías?
Carlos estaba bastante contento con lo que el amigo de su esposa había dicho, sin embargo, el nombre de Hayden hizo que su rostro se endureciera. "Tristán, llévalos a casa", espetó él.
"Sí Sr. Hilton", respondió su secretario.
Cuando la pareja se quedó sola en la cabina privada, Carlos se volvió hacia su mujer, al verla aturdida, la atrajo a sus brazos y la sentó en su regazo. Sin estar acostumbrada a semejante intimidad, Debbie luchó por levantarse, pero su marido la abrazó con más fuerza y le susurró al oído: "Hayden, ¿eh?". Esa fue la primera vez que él escuchó ese nombre, pero rápidamente conectó los puntos y recordó al hombre que la había llamado Deb en los mensajes y dijo que la extrañaba, debía ser el mismo chico.
"¿Qué?", ella no entendió a qué se refería con eso, pero Carlos no lo explicó, en cambio, la besó en los labios.
Al parecer, él estaba enojado, el beso fue desconsiderado y dominante y sus manos tampoco fueron suaves. En su intenso abrazo, Debbie se sentía atrapada e impotente, a pesar de sus muchos años de entrenamiento riguroso en artes marciales.
Después de esto, Carlos la puso sobre la mesa con brusquedad, temiendo que pudiera caerse, ella puso sus brazos alrededor del cuello de su marido mientras las manos de él la atrapaban.
Después de un largo momento, el hombre dijo con voz ronca: "Retiro lo que dije".
"¿Eh?", Debbie murmuró, abrumada bajo el peso de su esposo.
En ese momento, ella ya no era aquella marimacha imprudente, Debbie era una mujer, una mujer muy seductora, cada vez que su esposo la besaba, se sonrojaba. En este momento, mirándola a los ojos, Carlos apenas podía controlar su impulso.
"El otro día dije que si te acostaras conmigo, te dejaría libre, ahora quiero que hagamos otro trato". Debbie no había esperado que un hombre de palabra como su marido se retractara de su propia promesa.
Las manos de Carlos se movieron tiernamente por todo su cuerpo, su cara, su cabello... con cada toque, su respiración se hacía más y más pesada. "Dios, eres un veneno letal, una tentadora tormenta en la que deseo perderme", exclamó él. '¿Un veneno letal? ¿Yo?', entre los muchos apodos que la gente le había dado, Debbie nunca escuchó que alguien la llamara tentadora o veneno letal antes. Para su personalidad un tanto masculina y su figura poco femenina, ese era un apodo inapropiado, ¿acaso Carlos no podía ver eso? 'Debe haber algo mal en sus ojos', ella quería reírse.
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