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História El Arrepentimiento Llega Tarde Capítulo 109
El Arrepentimiento Llega Tarde por Internet
Cuando Lorena despertó, sintió una agradable calidez en todo su cuerpo.
Solo entonces se dio cuenta de que ya estaba acostada en la cama.
Se levantó apresurada, corrió al baño a lavarse rápidamente la cara y entonces notó una marca roja en su cuello.
Se acercó al espejo y frotó la mancha con fuerza, pero fue imposible borrarla.
Así que en las casas de los ricos también había mosquitos.
Por el rabillo del ojo, vio un cepillo de dientes nuevo preparado a su lado. Se apresuró a terminar de asearse y bajó las escaleras.
Todavía era temprano, apenas las seis de la mañana, pero el desayuno ya estaba servido sobre la mesa, y Pedro estaba sentado junto al ventanal, hablando por teléfono.
Lorena prefirió no interrumpirlo; quiso saludar a la empleada doméstica e irse primero, pero la detuvieron.
—Señorita Lorena, desayune antes de irse. El señor Pedro lo ordenó personalmente.
Lorena sintió una tibieza en el corazón.
Él realmente era alguien frío por fuera, pero cálido por dentro.
—¿Él ya desayunó?
—No. El señor Pedro pidió esperar a que usted bajara para comer juntos.
Entonces se sentó a esperar en la mesa. Pensó que tendría que esperar mucho tiempo, pero apenas Pedro la vio sentarse, terminó de inmediato su llamada.
Manejó su silla de ruedas hasta la mesa y comenzó a desayunar tranquilamente.
Lorena quiso decirle buenos días, pero al notar que él parecía no tener ganas de conversar, bajó lentamente la mano que había levantado.
No estaba segura de si era su imaginación, pero vio que las orejas de Pedro estaban totalmente rojas.
Él tenía una apariencia fría y una piel tan blanca que parecía transparente, como un elegante caballero salido de un cuadro al óleo; ¿cómo podían sus orejas estar tan rojas?
Decidió no pensarlo más. Bajó la cabeza para terminar rápido el desayuno, pero la empleada doméstica preguntó.
—Señorita Lorena, ¿qué le pasó en el cuello?
Pedro se detuvo brevemente con el tenedor en mano, pero continuó cortando el pan tranquilamente.
Lorena tocó su cuello con indiferencia y respondió: —No sé, quizá hubo muchos mosquitos anoche.
La empleada doméstica le entregó una crema aconsejándole: —Aplíquese esto.
—Gracias.
Lorena obedientemente se puso un poco de pomada y terminó su desayuno. Tenía la intención de irse primero, pero vio que Pedro también se preparaba para salir.
Ambos iban a la empresa, así que evitarse ahora resultaría exagerado.
Esperó en la puerta hasta que Pedro llegó y luego empujó silenciosamente su silla de ruedas.
Subieron al auto. Ella intentó sentarse al volante, pero al inclinarse, vio a César.
No tuvo más remedio que sentarse atrás.
Al llegar al estacionamiento subterráneo del Grupo Fortaleza, ella bajó primero y quiso abrirle la puerta a Pedro, pero César la adelantó.
—Señorita Lorena, es mejor que suba primero. —dijo César con seriedad.
Estaba tratando de evitar rumores.
Lorena entendió la situación y subió antes.
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