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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 113

José Manuel escuchó eso y, en el fondo, soltó un suspiro de alivio.

Por lo menos su buen amigo estaba de su lado.

Pero Luciano no tardó en soltar un comentario cortante:

—¿Y qué puede lograr con esa compañía de cine y televisión que tiene? Eso no va a ningún lado.

José Manuel no pudo evitar saltar a la defensiva.

—¿Cómo que no va a ningún lado? ¡Esteban le metió mil millones de pesos!

Ya que su buen amigo lo respaldaba, se animó a mencionarlo. Después de todo, si lo arrastraba en el asunto, no creía que Esteban pudiera culparlo, ¿verdad?

Aunque pensó eso, igual le echó una mirada nerviosa a su amigo, temiendo su reacción.

Esteban ni siquiera le estaba prestando atención.

José Manuel, otra vez, pudo respirar tranquilo.

La señora Rivas se acercó y le dio unas palmadas suaves en la espalda a su esposo, intentando calmarlo. Luciano agitó la mano, pero luego alzó la mirada y fulminó a su hijo con la vista.

—Si Esteban no fuera tu amigo de toda la vida, ¿tú crees que te habría invertido un solo peso?

—No te alteres, acuérdate de la presión—, insistió la señora Rivas, tocándole la espalda de nuevo.

José Manuel solía ser de lengua afilada, pero frente a sus padres, siempre se moderaba.

Y para colmo, ahí estaba su tía Yolanda.

¿No que se había casado y se había ido a San Cordial, quién sabe a cuántos kilómetros de distancia? ¿Por qué estaba de vuelta? Y encima, con toda su familia.

Que él supiera, no había ninguna boda ni funeral ni nada importante en la familia últimamente.

—Y tú, José Manuel, deja de andar coqueteando con todas las niñas.

—Esteban, tampoco es para que rechaces a las chicas de forma tan brusca. Solo quieren ser tus amigas, nada más.

Desde niños, Esteban y José Manuel siempre llamaron la atención por su apariencia, pero especialmente Esteban, que todavía no desarrollaba esa actitud distante que ahora lo caracterizaba. Por eso, sus compañeros, sobre todo las niñas, buscaban cualquier excusa para acercarse a él.

A decir verdad, la gente suele admirar lo bonito. Pero a Esteban eso le resultaba un fastidio. Así que, la mayoría de las veces, se mostraba impasible y no les hacía caso. Cuando ya no aguantaba, incluso llamaba a su guardaespaldas al colegio para que, durante los recreos, se mantuviera a su lado como una especie de portero personal.

Obviamente, este trato especial llegó a oídos de la familia Rivas. Después de todo, los Ferreira y los Rivas eran amigos de toda la vida. José Manuel y Esteban crecieron juntos, iban a la misma escuela y hasta compartían aula. Así que ambos hogares siempre estaban al tanto de lo que pasaba con el otro.

Por otro lado, la mamá de José Manuel había tenido complicaciones de salud después de sus dos hijos. Con el tiempo, desarrolló leucemia y tuvo que someterse a un trasplante de médula ósea. Desde entonces, su salud era delicada y debía guardar reposo, sin poder ocuparse de mucho.

Por eso, Yolanda, la tía, asumió la tarea de corregir y guiar a los dos primos.

Como Esteban era tan cercano a José Manuel, de niño solía ir mucho a su casa, y de paso, también caía bajo el “cuidado” de Yolanda.

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