Ariana no podía ocultar su sorpresa. ¿De verdad Fabián pensaba pedirle al maestro que aceptara ser su asesor técnico?
Lo recordaba bien: hace tiempo, un presidente de una gran empresa había ido personalmente a buscar al maestro para rogarle que asesorara el desarrollo de un nuevo modelo de inteligencia artificial. Aun así, el maestro ni siquiera lo consideró.
Justo cuando pensaba en eso, Ariana vio cómo el señor Aranda, sin dudarlo un segundo y con un simple movimiento de mano, rechazó la propuesta de Fabián.
—No tengo tiempo para eso, busca a otro —dijo, cortante.
La sonrisa que Nerea mantenía segundos antes desapareció al instante tras escuchar la negativa tajante de Francisco. Frunció el ceño, lista para reclamar, pero antes de que pudiera abrir la boca, Fabián, rápido de reflejos, la tomó del brazo. Ella lo miró confundida, sin entender su intervención.
Fabián seguía con esa sonrisa pulida que había aprendido para lidiar con los profesores. No miró a Nerea; en cambio, se dirigió a Francisco con una expresión de disculpa sincera.
—Perdón, maestro, fue imprudente de mi parte.
Francisco soltó una risita desdeñosa.
—Bueno, por lo menos lo reconoces.
Ni una pizca de consideración. Ariana sintió pena ajena por Fabián.
Si todos habían sido alumnos del maestro, ¿cómo era que él no conocía su temperamento? Seguro que en privado Nerea lo había animado para que insistiera.
Ariana pensó eso mientras lanzaba una mirada a Nerea. La muchacha, incapaz de ocultar lo que sentía, tenía la cara llena de gestos torcidos por la rabia.
En ese momento, Jaime, el que siempre aprovechaba para bromear con Francisco, salió al rescate.
—Romero, no te lo tomes personal. El señor Aranda siempre ha sido así, es flojo por naturaleza. Si tiene un poco de tiempo libre, prefiere quedarse en casa tomando café.
Jaime solo se metía porque Fabián era novio de la hermana de su alumno favorito; si no, seguro se quedaba viendo el pleito por diversión.
Fabián le lanzó una mirada agradecida a Jaime.
—Claro, el que molesta aquí soy yo, perdón por interrumpir la charla y el café de los maestros.
El comentario de Fabián no logró relajar a Nerea, que ya no aguantaba más. Nunca la habían hecho pasar tal vergüenza, y menos delante de Ariana.
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