Alrededor de las ocho de la mañana siguiente, Ariana llegó al Hospital Nuevo Horizonte para su consulta de seguimiento.
La atendió el mismo especialista del área de psicología clínica de la vez pasada, el doctor Reyes.
El doctor Reyes la recibió con calma y dedicación, haciéndole preguntas detalladas sobre cómo había estado últimamente, la frecuencia de sus pesadillas y el efecto de la medicación.
Ariana le comentó:
—Intenté ese método de exposición que me recomendó, doctor Reyes. La reacción fue bastante intensa.
—¿Y qué reacción tuviste exactamente? —preguntó el doctor, interesado.
Ariana le relató cómo aquel día terminó vomitando y mareada, sin ahorrarse detalles. El doctor Reyes escuchó en completo silencio, con un semblante sereno, sin ejercer presión ni mostrar juicio alguno.
—Lo que me parece curioso —agregó Ariana, buscando las palabras— es que desde que desperté en el hospital, esa sensación de náusea que sentía al acercarme a esa persona disminuyó bastante. O sea, la reacción física, ese asco que me hacía querer vomitar, bajó mucho. Pero el rechazo que siento por dentro… ese hasta aumentó.
Al terminar, miró de lado al doctor y preguntó con cierta incertidumbre:
—¿Esto que me pasa no es como muy contradictorio, doctor Reyes?
El doctor Reyes sonrió y le respondió con paciencia:
—A decir verdad, lo que describes es justo señal de que la terapia de exposición está empezando a surtir efecto. Te está ayudando a recuperar una vida social normal. El desagrado que sientes en tu interior es solo una reacción natural de rechazo hacia alguien que no te agrada.
Ariana asintió, sin estar del todo convencida. El doctor, notándolo, explicó con más detalle:
—Te voy a poner un ejemplo. Las personas que no han sufrido un impacto psicológico fuerte, cuando se topan con alguien que les cae mal, llegan a querer evitarlo, incluso pueden decir que les da asco al punto de querer vomitar. Pero eso es solo una forma exagerada de expresar su emoción. Por mucho que les repela alguien, no llegan al grado de vomitar de verdad.
—Pero en tu caso era diferente. Lo tuyo sí es un problema psicológico, ya desarrollaste un trastorno físico. Si te exponías al estímulo, tu cuerpo reaccionaba con náusea y vómito, y eso ya estaba fuera de tu control.
Ariana asintió de inmediato.
—Sí, no podía controlarlo ni tantito.
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