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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 166

Por supuesto que Marcos conocía a Ariana, aunque no eran precisamente cercanos.

Desde su perspectiva, Ariana siempre se había mostrado distante, nada que ver con otras chicas que solían acercarse a él con entusiasmo o intentaban agradarle.

En el fondo, si se pensaba bien, al principio Jazmín tampoco había sido particularmente cálida con él. Fue su insistencia y energía las que, poco a poco, terminaron derribando el muro que ella tenía.

—¡Qué bien huele! ¿Esto lo preparaste tú? ¿Sí sabes cocinar? —Marcos miró la mesa llena de platillos, cinco en total y una sopa de cebolla, todos con un aroma delicioso y una pinta que abría el apetito. Sin poder evitarlo, tragó saliva.

Eso sí, la pregunta se la lanzó directamente a Jazmín.

Jazmín le contestó sin rodeos:

—¿Cuántos años llevas conociéndome? ¿Alguna vez me has visto en la cocina haciendo algo más que poner agua a hervir para unos fideos instantáneos?

Marcos asintió con seriedad.

—Tienes razón. Eres de buen diente, pero tu sazón deja mucho que desear.

Al decirlo, pareció caer en cuenta de algo y se giró hacia Ariana, con cara de sorpresa.

—¿Tú preparaste todo esto?

Según la imagen que tenía de ella, una chica tan reservada y elegante jamás se preocuparía por cocinar.

¿Ariana sabía cocinar y además lo hacía tan bien?

¿Será que Esteban cayó rendido ante su sazón?

—Señor Gamboa, ¿quiere sentarse a probar un poco? —preguntó Ariana educadamente al verlo tan embobado mirando los platillos.

Antes de que pudiera responder, Jazmín intervino:

—No le hagas caso, seguro ya comió. Siempre llega a meter su cuchara donde no lo llaman.

Dicho eso, Jazmín regresó a su lugar, tomó cuchillo y tenedor y siguió comiendo como si nada.

Mientras tanto, Marcos seguía ahí, ignorado, con un vestido elegante colgando de su brazo.

Dejó el vestido sobre el sillón de la sala, fue a la cocina y sacó un juego nuevo de platos y cubiertos. Sin pedir permiso ni disculparse, se sentó junto a Jazmín.

Ella frunció el ceño.

Luego levantó la vista hacia Ariana.

—La neta, cocinas muy bien.

No era de extrañar que hubiera conquistado a alguien como Esteban.

—Gracias —respondió Ariana en voz baja, tranquila, sin mostrar emoción ni orgullo.

Después de todo, su papá ya le había dicho muchas veces lo bien que cocinaba, así que el cumplido de Marcos no la sorprendió para nada.

Jazmín, en cambio, se relamió los labios y comentó:

—Comer la comida de Ari es como sacarse la lotería, ¿eh?

Marcos estaba de acuerdo en que Ariana cocinaba rico, pero tampoco era para tanto, pensó que Jazmín exageraba un poco.

Lo que él no sabía, y que sí sabían Ariana y Jazmín, era que Ariana había aprendido a cocinar solo por Esteban, pero él jamás llegó a probar ninguno de sus platillos. En cambio, el primero en hacerlo había sido Marcos, el invitado inesperado.

Así de irónica era la vida. Ariana lo sabía, Jazmín también. El único que no tenía ni la menor idea era Marcos, el despistado heredero.

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