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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 189

Luego de que trajeron el resto de los platillos, comenzaron a comer, y por fin lograron disipar el incómodo ambiente que casi arruina la plática minutos antes.

El restaurante de comida cantonesa que recomendó Marcos sí que tenía buen sazón. Había un platillo de carne agridulce que, aunque era parecido al que Ariana solía preparar, tenía un toque diferente que de inmediato le encantó. De hecho, pensó en aprender cómo hacerlo.

En cuanto a Jazmín, ni se diga. No paraba de comer, como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente.

Marcos, por su parte, dejaba claro que era un verdadero hijo de familia acomodada. Incluso mientras platicaba y comía, mantenía una postura impecable, elegante, y hasta daba gusto verlo. Ariana, sin quererlo, terminó comparándolo con Esteban.

A decir verdad, las veces que Ariana y Esteban compartieron la mesa se podían contar con los dedos de una mano. Normalmente, solo coincidían durante las fiestas de fin de año en la casa de la familia Ferreira o en el cumpleaños de su papá. Esos eran los escasos momentos en que sentía que de verdad tenían algo parecido a una vida familiar.

En la casa de Villas del Mirador, donde vivían juntos, jamás compartieron una comida.

Tal vez por eso, al segundo año de casados, Ariana finalmente se animó a despedir al personal de servicio de la casa. Simplemente no quería que nadie más presenciara la farsa. Esteban, en su línea indiferente, solo le dijo que hiciera lo que quisiera.

Si se ponía a recordar, la manera en que ese hombre comía era siempre igual: elegante, sí, pero distante, como si fuera una estatua de hielo, incapaz de interactuar con nadie. Ni una pizca de calidez.

Por eso, Ariana pensó que alguien como Marcos resultaba mucho mejor. Si algún día Jazmín llegaba a andar con él, al menos en la mesa no correría el riesgo de morir de aburrimiento o quedarse helada por la indiferencia.

...

Casi al final de la comida, Ariana se levantó después de avisar a Jazmín y Marcos que iba al baño.

Al salir, abrió la puerta y justo se cruzó con varios meseros que llevaban una variedad de platillos hacia el salón privado de al lado. Ariana se hizo a un lado para dejarles pasar, sin fijarse en quiénes estaban dentro de esa sala. Sin embargo, uno de los hombres ahí presentes, a través de la puerta entreabierta, posó la mirada en Ariana sin apartar los ojos.

El gesto severo de sus cejas se suavizó, sorprendido.

—Señor Ferreira, de verdad es un honor tenerlo en nuestro restaurante —dijo el dueño, casi inclinándose ante Esteban, con una sonrisa de lo más servil—. Espero que le gusten nuestros platillos, sería un orgullo para nosotros. Mire, este es nuestro especial del día...

Definitivamente, ella sí que disfrutaba la comida cantonesa.

Mientras pensaba en eso, levantó la mirada distraído y, a través de la puerta que seguía sin cerrar completamente, alcanzó a ver a otro hombre saliendo del salón de enfrente.

La sonrisa que apenas asomaba en sus labios se desvaneció de golpe.

A ese hombre lo había visto la noche anterior en una foto y en el informe que le entregaron. ¡Era Marcos!

¿Ariana había ido a comer con Marcos?

¿Será porque él nunca aceptó probar su comida cantonesa, y por eso ahora ella prefería ir con otro hombre a este lugar?

Pensamientos revueltos le cruzaron la cabeza, y no pudo evitar acordarse de la llamada de su prima Nerea la noche anterior, cuando le dijo que Ariana y Marcos se llevaban tan bien que hasta podían dormir en la misma cama.

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