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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 268

Al escuchar la duda de Jazmín, Ariana detuvo el movimiento de su mano mientras aplicaba la pomada. Sin poder evitarlo, su mente se fue muy lejos, hasta esa noche tan lejana y marcada: su cumpleaños número diecinueve.

Esteban sabía perfectamente a quién estaba abrazando esa noche. Por eso, el tipo no tuvo ni un poco de compasión, la llevó al límite durante toda la noche. Y en ese tiempo, recorrió cada rincón de su cuerpo con besos... menos sus labios.

Porque, según él, ella no lo merecía.

Fue justo por esas palabras que, después, Ariana le dijo que no tenía que hacerse responsable de nada.

Por fortuna, su primer beso seguía intacto. Si no, la repulsión habría sido aún mayor.

Sacudió esos recuerdos y volvió al presente para responderle a Jazmín:

—Yo creo que sí lo sabe —dijo Ariana, con voz calmada.

Apenas terminó de hablar, se le vino otra idea a la cabeza y preguntó:

—Oye, ¿no te habrá confundido el señor Gamboa con otra persona?

Si Marcos abrazó a Jazmín pensando que era otra mujer, eso sí que sería demasiado cruel para ella.

Al final, cada quien reacciona diferente a esas cosas, y los efectos tampoco son iguales.

Que Esteban la reconociera no quiere decir que Marcos también tuviera la mente clara en ese momento.

Jazmín sintió que las orejas le ardían de la pena.

—Me llamó por mi apodo... así que supongo que no me confundió con nadie —balbuceó.

—¿De verdad te llamó Jazmín? —exclamó Ariana, tan sorprendida que hasta los ojos le brillaron.

Siempre había sospechado que Marcos sentía algo especial por su amiga, ¡y ahí estaba la prueba!

—Sí... —confesó Jazmín, asintiendo con timidez, aunque en su cara se veía que aún tenía miedo de hacerse ilusiones—. Pero eso tampoco significa nada. Solo quiere decir que sabía que era yo, no que fuera la persona que él de verdad quería abrazar.

Ariana negó con la cabeza.

—No estés tan segura. Mañana, cuando el señor Gamboa salga del hospital, yo te acompaño a recogerlo.

—¿Qué? —Jazmín abrió los ojos como platos—. ¿De verdad tenemos que ir por él? ¿No va a ser superincómodo?

—De todos modos, con cómo estás ahorita, dudo que puedas ir a trabajar. Mejor aprovecha la ocasión para aclarar todo de una vez —agregó Ariana, dándole ánimos mientras, al mismo tiempo, no dejaba opción de escape.

Jazmín no supo qué responder.

Era cierto. Las marcas de besos en su cuello tardarían días en desaparecer. Aunque usara base para disimular, apenas podría cubrir el cuello, pero los moretones de las muñecas no serían tan fáciles de ocultar.

No iba a llegar al trabajo con guantes, ¿verdad?

Eso solo levantaría más sospechas.

—Bueno, que sea lo que tenga que ser. Mejor acabar con esto de una vez y sufrir menos —se rindió Jazmín, resignada.

—Y esta vez nada de echarse para atrás, ¿eh? —le advirtió Ariana, medio en broma, medio en serio.

Jazmín se sonrojó todavía más.

—Ya te dije que no, ahora sí no me voy a rajar —respondió, decidida aunque la voz le temblaba.

Esa noche, Ariana se quedó a dormir en casa de Jazmín. Mañana, juntas irían al hospital a ver a Marcos.

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