—¿Sí o no? —insistió la abuela con el altavoz aún encendido, ansiosa por obtener una respuesta clara.
Al otro lado de la línea no se escuchó nada. Pero a veces, el silencio dice más que mil palabras.
—Si no contestas, entonces para mí ya están divorciados —aventó la abuela, soltando un resoplido impaciente.
—¿Dónde están? —la voz de Esteban sonó alerta al otro lado.
La abuela no ocultó nada, aunque seguía tanteando el terreno.
—Estamos en casa de tu exsuegro —respondió, dejando la frase en el aire.
Otra pausa incómoda. El silencio pesaba.
Ariana, que no tenía intención de cargar con esos trescientos millones, ni de que Salomé los pagara en su lugar, decidió intervenir.
—Yo jamás dije esas palabras, fue tu prima, que es muy lista, quien lo dedujo solita.
Esteban se quedó mudo al oír la voz de Ariana. No se esperaba que ella estuviera allí. Había pensado que la abuela había ido a buscarla a casa de Julián y, al no encontrarla, por eso le llamaba.
—Abuela, pásame el celular con ella. Quiero hablar a solas —pidió Esteban, su voz saliendo nítida a través del altavoz de Nerea.
La abuela, ya tranquila porque su mayor preocupación se había resuelto, no pudo evitar mostrar una leve sonrisa.
—Está bien, pero recuerda dejar todo resuelto, nada de andarse con cosas a medias —advirtió la abuela antes de entregarle el celular a Ariana, dejando claro que esperaba un corte definitivo.
—¿Qué significa eso, Regina? —Julián, normalmente tan sereno, no pudo evitar que la rabia se le escapara en la voz—. ¿A qué viene eso de “nada de cosas a medias”? ¿Acaso crees que Ari se va a aferrar a la familia Ferreira?
La abuela alzó las cejas, aún con ese aire altanero:
—Mejor que no. Si terminan, que sea en serio, será lo mejor para los dos.
—¡Abuela! —la voz de Esteban irrumpió, dura como una piedra—. Tú y Nere regresen a la casa, por favor.
—¿No vas a hablar con ella? —preguntó la abuela, sorprendida.
Esteban soltó una risa seca.
—Tú lo arruinaste. ¿Cómo quieres que platiquemos ahora?
La abuela asintió y, con Nerea sosteniéndola, salió finalmente de la casa de Julián.
...
Por fin, se habían ido esos visitantes indeseados. Ariana no perdió tiempo y fue a cerrar la puerta.
—Ari —dijo Julián, con el peso de la culpa apretándole—, fue error mío. No sabía que la familia Ferreira te estaba haciendo pasar por todo esto.
Ariana se detuvo tras cerrar la puerta y, al escucharlo, se acercó rápido a su lado. Negó con la cabeza.
—No te lo conté porque no quería que te preocuparas.
—Ay, hija, si no me cuentas nada, yo solo me imagino lo peor. ¿No ves que me preocupas más? —Julián la miró con ternura y resignación.
Ariana forzó una sonrisa y le prometió:
—Te lo juro, papá, no volverá a pasar.

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