—No —respondió Ariana con una firmeza absoluta—. Y además, él no necesita mi perdón.
—¿Por qué dices eso? —preguntó Carlos.
—¿Por qué iba a necesitar mi perdón? —Ariana entreabrió los labios y luego miró por la ventanilla—. A él no le importa en lo más mínimo algo así.
—¿No te parece que ahora se preocupa mucho por ti? —Carlos la miró de nuevo.
Las pestañas de Ariana eran largas y curvadas. La luz del sol que entraba por la ventanilla le iluminaba medio rostro, proyectando una suave sombra en su delicada piel. De perfil, era una imagen digna de un cuadro.
—¿Que se preocupa por mí? —Ariana esbozó una sonrisa, como si hubiera oído un chiste—. Se preocupa por Stella, no por mí. Él no sentía nada por mí, pero se vio obligado a casarse conmigo. No lo culpo por cómo me trató después del matrimonio; se podría decir que yo misma me busqué ese sufrimiento. Solo puedo culparme a mí por haberme hecho ilusiones. Pero lo que no puedo perdonarle es que se quedara de brazos cruzados cuando mi padre tuvo problemas. Fue en ese momento que comprendí que su frialdad no era superficial ni una fachada, sino que emanaba desde lo más profundo de su ser. Es un hombre de negocios de pies a cabeza, que solo busca su propio beneficio. Cualquier persona o cosa que no le reporte ganancias le es indiferente. ¿Crees que alguien así necesitaría mi perdón? ¿Y qué valor tendría mi perdón a sus ojos? En cuanto a lo que dijiste antes, de que se preocupa por mí… —Al llegar a este punto, la burla en los labios de Ariana se acentuó—. En realidad, su actitud hacia mí cambió cuando supo que yo era Stella. Así que, aunque el secuestro de mi vida pasada no hubiera sido ordenado por él, jamás podría ser amiga de alguien como él.
Carlos asintió levemente, sus ojos brillaban.
—Entendido.
La inquietud y la tensión que había sentido en su interior se disiparon por completo.
Incluso la luz del sol que entraba por la ventanilla parecía ahora especialmente radiante.
Después de hablar tanto de sí misma, Ariana de repente sintió curiosidad por el pasado de Carlos.
—Por cierto, ¿qué fue lo que te hizo apasionarte por los aviones de combate? —le preguntó.
En su vida anterior, aunque había escuchado muchas anécdotas de la infancia de Carlos contadas por su madre, ella nunca había mencionado nada sobre aviones de combate.
«¿Desde cuándo le gustaban?», se preguntó.
Carlos no esperaba que Ariana se interesara por sus asuntos, y se sorprendió un poco.

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