El Ascenso de la Luna Fea romance Capítulo 7

Lírica

En la cama había un niño pequeño, casi de la misma edad que la niña, temblando profusamente.

No era un temblor de frío. Parecía alguien que estaba en el infierno.

Su frente estaba perlada de sudor, y sus pequeñas manos estaban cerradas alrededor de las sábanas. No creí haber visto a un niño tan afligido antes.

—¡Dios mío, qué le pasa? —pregunté, alarmada, mientras corría hacia él en la cama.

Tenía los ojos cerrados con fuerza, pequeños gruñidos de dolor escapando de su garganta.

—Le pasa a menudo, pero está empeorando día a día. No sé dónde fue mamá, y papá está ocupado. No puedo ir a él.

Al tocar la frente del niño, estaba tan caliente como carbón ardiendo; casi silbé. ¡Por el amor de Selene, estaba en un estado terrible! Un niño como él no merecía pasar por esto.

Debería estar encontrando una forma de llevarlo a sus padres para que lo lleven al médico, pero creo que sé qué hacer.

Me volví hacia la niña para preguntarle algo, solo para descubrir que estaba llorando. Una parte de mi corazón se fracturó.

—No te preocupes, cariño, él estará bien. Lo haré estar bien —dije, esperando que eso la tranquilizara—. Solo necesito tu ayuda para reunir algunas cosas.

Con su ayuda, pude conseguir un recipiente con agua tibia del baño y algunas servilletas.

Me senté en la cama, levanté la cabeza del niño sobre mis piernas y masajeé suavemente su frente con una de las servilletas que había sumergido en el recipiente. Repetí el proceso por un rato, todo el tiempo, rezando a los protectores de la luna para que lo ayudaran.

Para cuando terminé con la servilleta, él estaba un poco más calmado. Me moví para masajear la parte posterior de su cabeza, un punto en particular. Esto debería hacer el truco final.

En pocos minutos, el niño dejó de temblar y parecía estar en una simple siesta. Al estar más tranquila, pude ver lo guapo que lucía. Su cabello se veía tan lustroso y perfecto que, por un momento, estuve tentada a despeinarlo.

—Parece estar bien —dijo la niña.

—¿Cómo te llamas?

—Xyla —se sonrojó, divirtiéndome.

—Es un nombre bonito.

Para mi diversión, sus mejillas se volvieron cada vez más sonrosadas. Era una niña tan linda.

—¿Tus padres van a trabajar? ¿Es por eso por lo que no están aquí? —Tenía curiosidad por saber por qué el niño estaba solo cuando claramente estaba enfermo.

—Mamá va a trabajar a veces, pero papá está aquí. Mi padre es el Alfa.

Fue como si un cañonazo resonara en mi cabeza. Mis dedos, que aún estaban masajeando la cabeza del niño, se congelaron al instante, mi pulso acelerándose.

Miré a la niña, con los ojos muy abiertos. —¿T-Tu padre es el Alfa Jaris?

Asintió, luciendo una sonrisa como si estuviera orgullosa de ello.

Mi mundo se derrumbó por completo.

No, esto no era posible. ¿Jaris tenía hijos? ¿Y posiblemente una amante?

No se suponía que fuera un problema, pero estos niños parecían tener cinco años —exactamente cuando él había dormido conmigo, justo antes de abandonarme por la mañana. ¿Así que ya tenía una familia cuando me conoció en el bar? ¿Qué decía eso de él? ¿Era un tramposo?

—¿Estás bien, tía? —preguntó la niña, devolviéndome a la realidad.

Mirarla ahora me hizo sentir un poco emocional. Por supuesto, nunca había habido esperanza para Jaris y yo. Él ya tenía una hermosa familia para empezar.

—Estoy bien, cariño. —Logré sonreír.

No pude evitar preguntarme quién era su madre. Debía ser más bonita que yo hace cinco años. ¿Cómo podía Jaris haberla dejado por mí?

No habría tenido problemas con que me abandonara por la mañana si no me hubiera dado esperanzas esa noche. Me había llamado hermosa e incluso había pedido un día más. Pero al final, era igual que los demás. Todo esto había sido un error.

La puerta se abrió de repente, justo a tiempo para evitar que mis estúpidas lágrimas se derramaran. Una joven —que parecía tener mi edad— entró, vistiendo un largo y bonito vestido.

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