Donald e Yves desayunaron tranquilamente. Al terminar, ella solicitó dejarle llevar lo que sobró para su mamá y su amiga. Lo cual él no aceptó, sino que encargo dos servicios de comida para llevar y que ella le agradeció infinitamente.
—No, sé que hice tan bueno, para conocerte. ¡Gracias! Por tu gran bondad y por tu noble corazón —exclamó ella, apenada.
Una vez que él dio la orden, se sentó en el frente de su escritorio, al lado de ella, tomándole de las manos, le preguntó:
—¿Quieres trabajar conmigo?.
—¡Dios! ¡Claro que sí! —respondió ella, asombrada, admirada y sin quitar su mirada de la de él…
Yves, después de aceptar la propuesta de Donald, le suplicó que le esperara, mientras, su mamá era dada de alta del hospital. Ella se incorporaría a trabajar en lo que él desee, de inmediato. Ante esta respuesta, Donald quiso saber más y le preguntó:
—¿Tienes papá? ¿Hermanos?
—No —Respondió ella categóricamente— A mi padre nunca lo conocí. Así que al irse mi madre, quedaré sola. Pero como tú me dijiste ayer, solo pasara lo que Dios quiere, para mí.
»En todo caso, estoy segura Dios no me abandonara nunca —afirmó ella con las palmas de sus manos unidas, a la altura de sus labios.
—Así es —respondió él, tomando sus manos y besándolas. Bueno, vamos a esperar que tu mamá se recupere para que comiences a trabajar ¿En qué Hospital la tienes? —interrogó él, pensativo.
—En el Hospital Central, está cerca de donde vivimos —contestó ella, mirándolo fijamente a los ojos y tratando de descifrar ¿porque él le quería ayudar?
—¡Entonces, vamos! Quiero conocerla y ver de qué manera las puedo ayudar —exclamó, mientras salía con ella, de su oficina.
Donald habló con su asistente, suspendió las reuniones de esa mañana y anunció que regresaría después del almuerzo. Este llevó las bandejas de comida, para la mamá y la amiga de ella. Finalmente, bajaron por el ascensor privado de su uso exclusivo.
Su asistente personal y sus secretarias estaban asombradas, él no se parecía en nada a su hermano, sobre todo en el carácter, pues aquel era arrogante, soberbio y a veces cruel con sus empleados, todo lo contrario a Donald. Pero, los dos tenían fama de mujeriegos.
Mientras, que en su físico, parecían gemelos solo que con ciertas diferencias de edad, porque los dos eran guapos, atractivos, altos, atléticos, inteligentes y billonarios, considerados los reyes del ramo inmobiliario, la construcción y de las inversiones tecnológicas.
Al salir de la Torre, ellos dejaron una ola de rumores, que llegaron de inmediato a oídos de sus hermanas, quienes estaban intrigadas por saber ¿de dónde conocía a esa joven su hermano? Al parecer, no pertenecía a su círculo social.
Él, desde ese día, comenzó a ayudar a Yves y a su mamá. Si bien es cierto, que la señora Ivy estaba en las últimas, él lograría que los viviera con comodidad y tranquilidad.
Así que contactó a la Directora de la Fundación, para que las ayudara personalmente y sobre todo, para que Yves no se enterara, que toda la ayuda venía directamente de él, para que no la rechazaran.
Lo primero que hicieron fue sacarlas del lugar donde vivían y las trasladaron a uno de los apartamentos de su propiedad, ubicado cerca de la Torre Evans, para que cuando Yves comenzara a trabajar no le quedara lejos.
Por su partes, ella no quería aceptar más ayuda de él, pero a través de la Fundación, la recibió. Esta trabajaría horas para la Institución, a cambio de los servicios que recibiría su madre. En este sentido, la habitación de su mamá fue acondicionada para que recibiera todo lo que necesitaba.
Además, les hicieron entrega de comida, medicinas, ropas, calzados, entre otros. Aunado a esto, a Yves le facilitaron todo el equipo tecnológico que requería para que prestara servicios, sin descuidar a su mamá.
La señora Ivy estaba sumamente agradecida con Donald por toda la ayuda prestada. También, tenía la ilusión, que se enamorara de su hija, para irse ella tranquila, al saber que esta quedaba protegida. Él era un hombre bueno, responsable y con mucha humildad… un auténtico ángel de la guarda.
Quince días después
Reunidos nuevamente, en la empresa, las hermanas de Donald, respaldadas por otros socios, solicitaron a este, que si en el plazo de un mes no anunciaba, como mínimo, un compromiso matrimonial, con alguna de sus conquistas, entonces lo obligarán a comprometerse con Laila Thomas.
Donald, enojado y convencido que no necesitaba de esta unión matrimonial, para asegurar su estabilidad y permanencia en el cargo, mientras su hermano se recuperaba, se levantó de la silla, furioso, golpeando fuertemente la mesa y les respondió:
Una semana después
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