El Desquite de una Madre Luchona romance Capítulo 183

Samuel esbozó una sonrisa cargada de ironía y le devolvió la pregunta a Mireya:

—A ver, señorita Zúñiga, si Rocío es la amante, ¿entonces tú qué eres?

Mireya frunció el ceño, molesta:

—¿Qué quieres decir con eso?

—Lo que escuchaste —respondió Samuel, con una risa despectiva, sin ningún intento de disimular su rechazo hacia ella.

El corazón de Mireya dio un vuelco, y al mirar a Rocío, en sus ojos apareció una chispa de celos aún más intensa.

En el fondo, Rocío no tenía ganas de estar ahí ese día.

El equipo de ella y el de Lázaro habían puesto los ojos en el mismo terreno. Si ambos decidían competir en la subasta, la rivalidad sería brutal y, al final, quien ganara terminaría pagando un precio exorbitante, mucho más alto de lo razonable.

Rocío no quería llegar a eso.

Samuel, junto con Fabián y Raúl, lo discutieron un buen rato.

—¿Y si mejor hablamos con Lázaro para ponernos de acuerdo? Solo competimos por este terreno. Quien presente la mejor propuesta técnica, se lo queda. En los próximos proyectos, el que no quede tan bien, se retira —sugirió Samuel.

De alguna forma, era una manera de tenderle la mano a Lázaro.

Si por él fuera, Samuel habría seguido compitiendo hasta el final. Tenía esa vena combativa, ese instinto de no soltar la presa hasta que uno de los dos cayera rendido. Eso lo hacía sentir vivo, vibrante.

Pero desde que se sentía atraído por Rocío, muchas cosas habían cambiado en él.

El proyecto de casas para adultos mayores era el sueño de Rocío, en lo que había puesto todo su empeño. Ahora, tanto Fabián como Raúl la estaban ayudando con todas sus fuerzas.

—¿Por qué no habría yo de hacer lo mismo? —pensó Samuel.

Así que al final, cambió de opinión y decidió buscar un acuerdo con Lázaro.

Muy temprano esa mañana, los tres llegaron con Rocío al Grupo Valdez. Ella al principio no quería asistir: no le entusiasmaba la idea de ver a Lázaro, ni tampoco a Mireya. Todo sería incómodo para todos.

Pero Fabián y Raúl la convencieron.