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El Desquite de una Madre Luchona romance Capítulo 6

Rocío dejó escapar un suspiro que se perdió en el aire, impregnado de una tristeza silenciosa.

—Esto es lo único que puedo dejarle a mi hija —murmuró—. Ojalá cuando Carolina crezca, aún recuerde que alguna vez tuvo una madre de verdad que la amó.

Romeo sintió un nudo en la garganta, la emoción le apretaba el pecho.

—¿Y si lo intentas? —aventuró—. Tal vez la niña quiera vivir contigo.

¿Intentar?

La voz de Rocío se tornó áspera, con ese tono apagado que deja el cansancio de luchar sin resultado.

—Desde el verano pasado, Carolina empezó a rechazarme. Prefiere que Mireya sea su mamá…

Romeo se quedó callado, sin saber qué decir para consolarla. Solo le quedó seguir preguntando.

—¿Ya entregaste este acuerdo de divorcio en el juzgado?

—Sí.

—Para evitar que me arrepienta, el mismo día que te lo mandé por correo, también lo envié a la persona encargada en el juzgado que consulté. Cuando llegue la fecha, el tribunal notificará a ambas partes. Aunque quisiera retractarme, el divorcio ya no tendría vuelta atrás.

Rocío lo dijo con una calma extraña, como si hablara de la vida de alguien más y no de la suya.

Romeo sintió un peso en el pecho. ¿Cuánto dolor debía cargar Rocío como para no dejarse ni un pequeño espacio para arrepentirse?

—Roci, si tienes ganas de llorar, hazlo —le dijo Romeo, conmovido.

Pero Rocío solo sonrió, un gesto leve, casi resignado.

—No pienso llorar, en serio. Ya no quiero quedarme en la tristeza, solo quiero empezar de nuevo.

Había dejado todo lo que tenía para Carolina; ahora necesitaba encontrar la manera de ganar dinero rápido, no podía perder ni un minuto.

Después de despedirse de Romeo y llegar a casa, se sumergió en su estudio, concentrándose en terminar el plan de integración para el centro de atención a personas mayores que había estado diseñando.

Ya al final de su trabajo, se dio cuenta de que le faltaba algo. Había olvidado una hoja muy importante en la casa de Lázaro.

Más exactamente, era una nota garabateada.

No era extraño: su matrimonio con Lázaro solo existía en una hoja oficial. Nunca hubo boda ni la presentó como parte de la familia Valdez.

—Soy… la tutora de Carolina. Dejé algo en su cuarto y vine a recogerlo —mintió Rocío, sin muchas esperanzas de que la dejaran pasar.

Si no la dejaban entrar, tendría que esperar a que Lázaro regresara.

Para su sorpresa, la empleada le permitió el acceso.

—Pase usted.

Rocío entró directo al cuarto de Carolina. Se encontró con un desorden total: los libros que ella había acomodado estaban regados en los estantes, el cuarto era un caos. Buscar la nota entre tanto libro sería complicado.

Para no incomodar a la empleada, que la vigilaba desde la puerta, Rocío decidió sacar todos los libros infantiles al salón y sentarse a revisar uno por uno.

En ese momento, mientras estaba absorta en su búsqueda, escuchó el sonido de la puerta principal.

—Clac—

Alzó la vista y vio entrar a Lázaro, de la mano con Carolina, y la niña, a su vez, llevaba a Mireya del brazo. Los tres venían platicando, riendo como si fueran una familia de toda la vida, completamente ajenos a su presencia.

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