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El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 130

Noelia apretó los dientes con rabia, pero primero tenía que calmar a Héctor.

—Hermano, estas cosas cuéntamelas solo a mí, no se lo digas a nadie más. Esa Marisa, esa desgraciada, te juro que no se va a quedar así, haré que se arrepienta de haberme conocido.

Héctor se sentía impotente, pero no tenía alternativa. Estaba todo golpeado, postrado en la cama, y moverse le costaba un mundo, mucho menos podía pensar en buscar a Marisa para vengarse.

El rostro de Héctor estaba tan hinchado que parecía un globo, hasta le costaba hablar. Su expresión era una mezcla de enojo y frustración.

—¡Carajo! ¡Esa desgraciada me dejó así y todavía tengo que quedarme callado?

Noelia respiró hondo, intentando no perder la calma.

—Te amarraron y te golpearon, ¿puedes encontrar a los responsables o alguna prueba? Ni siquiera sabes dónde estabas cuando te dieron la paliza, mucho menos vas a encontrar evidencia. Pero Marisa tal vez sí tenga pruebas. Si todo esto sale a la luz, mi lugar en la familia Loredo podría verse afectado. Y si Samuel se entera de que mandé a alguien a darle su merecido a Marisa, tampoco quedaría bien parada.

Héctor rompió en llanto, con la voz entrecortada.

—Noeli, por cuidar tu imagen tengo que tragarme todo esto, ¿verdad? Pero prométeme que vas a vengarme. No dejes que Marisa piense que la familia Juárez es fácil de pisotear.

Ver a Héctor, que siempre había sido tan presumido y seguro de sí mismo, tirado en la cama como un inválido, le revolvía el estómago a Noelia.

Marisa siempre había presumido ser buena gente.

¿Quién iba a imaginar que era tan venenosa por dentro?

Noelia apretó la mandíbula, llena de coraje.

—Marisa, te metiste con alguien de la familia Juárez. No tienes idea con quién te metiste. Si te vas de esta sin pagar las consecuencias, dejo de llamarme Juárez.

Guardó sus emociones y le preguntó en voz baja:

—¿Dices que fue la familia Cano la que salió a defenderla y por eso no pudiste hacerle nada? ¿Marisa tiene algún enredo con ellos?

Noelia percibió algo raro enseguida. Según lo que sabía, el hijo de la familia Cano, Claudio, era conocido por sus escándalos.

—Sí, la familia Cano estuvo metida. No hay duda. Si no fuera por ellos, ¿crees que yo le tendría miedo a alguien más?

Cuando Samuel respondió, Noelia lloró con todo el sentimiento del mundo.

—¡Amor! ¡Marisa no quiere dejarme en paz! Está tan empeñada en que no tenga a mi bebé, que mejor me muero, ¡ya no aguanto más!

Samuel se alarmó al escucharla hablar de morirse.

—¡No digas locuras, Noeli! ¿Dónde estás? ¡Voy por ti ahora mismo!

Noelia le dio la ubicación exacta del malecón.

Esperó unos veinte minutos en el malecón y entonces vio llegar el carro de Samuel.

Al ver que Samuel estacionaba, Noelia fingió que iba a lanzarse del puente.

Samuel corrió y, de un salto, la apartó de la orilla.

—¿¡Qué te pasa, Noelia!? ¿Por qué haces algo tan estúpido?

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