¿Acaso será que de verdad le gusta Marisa?
Se supone que Rubén no soportaba a Marisa.
Entonces, ¿por qué si no la soportaba, salía a defenderla?
Otilia no lograba entender en qué momento las cosas se salieron de control.
Rubén tomó las manos de Marisa y preguntó:
—¿Con cuál mano le pegaste?
En ese instante, Otilia pensó que Rubén por fin reaccionaba como debía, que al preguntar con cuál mano había golpeado, era porque la iba a regañar o por lo menos le daría una lección.
Hasta Marisa se quedó pasmada, con el corazón dando vuelcos.
¿A poco sí iba en serio?
Por la forma en que lo dijo, parecía que estaba a punto de cortarle la mano con la que había pegado.
Marisa frunció el ceño y, tras dudar un momento, extendió la mano derecha.
—Con esta mano.
Rubén también arrugó la frente. Sostuvo la mano derecha de Marisa y la examinó detenidamente, como si buscara alguna herida.
Raquel, al ver la escena, creyó que había una oportunidad, así que exageró las cosas:
—Ni me avisó, me soltó un golpe con toda su fuerza. ¡Marisa parece chiquita, pero cuando pega lo hace como si fuera un toro!
Cuanto más escuchaba Rubén, más se le marcaban las arrugas del enfado.
Marisa empezó a pensar que esa tarde tal vez sí le iba a pasar algo a su mano derecha.
Debió haberle dicho a Rubén que fue la izquierda. ¿Y si de verdad le hacía algo a la derecha? ¿Cómo iba a dibujar después?
Pero lo inesperado sucedió: Rubén le levantó la mano derecha, la acercó a sus labios y le sopló suavemente, sin importarle la presencia de las otras dos personas.



VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El día que mi viudez se canceló