Desde hace tiempo, cuando aún vivía en la familia Loredo, Marisa solía ver a Noelia presumir su fortuna en redes sociales.
Noelia siempre encontraba la manera de presumir el patio de la familia Loredo, pero lo hacía de una forma tan fingida y tan de “señorita buena onda” que a Marisa le daban ganas de reírse.
Sus publicaciones siempre llevaban títulos como “El patio de Clarosol, ¡vale millones!”
En ese entonces, Marisa se preguntaba si Noelia ya no tenía nada más que presumir, ¿de verdad era necesario estar mostrando la antigua casa de los Loredo?
Al final, Marisa lo entendió: Noelia se esforzaba muchísimo en construir la imagen de alguien sencilla y desinteresada, pero en el fondo lo que más quería era que todos supieran que era una señora adinerada.
Marisa le echó un vistazo a la publicación más reciente de Noelia.
Bastó una mirada para reconocer el lugar de inmediato.
¿No era eso la Torre Celeste?
Revisó la fecha de la publicación. Era de hace unos minutos.
¿Noelia también estaba ahí?
Marisa respiró profundo y siguió revisando el post de Noelia: una foto de ella misma embarazada, pero tan editada que parecía de revista; una foto de Samuel de espaldas y otra tomada desde el restaurante, donde se alcanzaba a ver incluso el Edificio Olmo.
“¿Qué se siente tener un esposo que te consiente en todo? Torre Celeste siempre está llena, pero hoy, como se me antojó, mi esposo me trajo aunque fuera de improvisto”, decía la descripción de Noelia.
Justo abajo, varios comentarios hablaban de lo costoso que era comer en la Torre Celeste.
Marisa se quedó a leerlos por puro morbo.
Entre un mar de comentarios envidiando a Noelia, por fin encontró uno que, aunque intentaba explicar el contexto, no dejaba de sonar zalamero.
[NoeLuz sí que es una señora de las grandes ligas, ¿eh? Para venir a un restaurante donde cada persona gasta más de veinte mil pesos, tu esposo ni pestañea para traerte aquí.]
Marisa sintió escalofríos al leer ese comentario.
¿No sería que la misma Noelia se lo había escrito desde una cuenta falsa?
El tono era igualito al de Noelia.
Y ese “nuestro esposo”...
Marisa casi vomitaba de tanto empalago.

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Los comentarios de los lectores sobre la novela: El día que mi viudez se canceló