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El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 180

Al ver la supuesta compasión mezclada con hipocresía en los ojos de Samuel, Marisa sintió una oleada de asco en el pecho. Por suerte apenas había comido algo, de lo contrario en ese momento habría terminado vomitando sobre Samuel.

—¿Tienes algún problema con los trabajadores que se la pasan lidiando con cemento y varilla? Si no fuera por ellos, ¿quién te habría construido esta Torre Celeste? Ya tienes suficiente edad como para pensar antes de hablar, ¿no crees?

Samuel la miró con cierto fastidio, convencido de que Marisa aún guardaba rencor hacia la familia Loredo, y por eso le soltaba ese tipo de comentarios para herirlo.

—Marisa, ese no es el punto ahora. Mira cómo has terminado. Cuando estabas en la familia Loredo, ¿alguna vez tuviste que aceptar este tipo de trabajos? ¿Tienes idea de lo mal que te ves? Sácame de tu lista de bloqueados, déjame transferirte algo de dinero. Ya no deberías seguir haciendo estos trabajos tan duros y sucios.

Mientras hablaba, Samuel sacó el celular con toda la intención de que Marisa cediera y lo desbloqueara.

Pero Marisa no pensaba aceptar ni un solo peso de Samuel. Eso no era ayuda, era como darle un anticipo para que él siguiera fastidiándola.

—Cuando estaba en la familia Loredo no aceptaba trabajos de pintura porque ustedes siguen creyendo que viven en la época de la colonia, porque tu mamá, Penélope, pensaba que la nuera que salía a trabajar les daba vergüenza. Ahora por fin puedo hacer lo que me gusta, y eso no es andar dando lástima. Si acaso, mi esposo sí entiende que ese pasado ya se acabó.

Sin titubear, Marisa soltó todas esas palabras de corrido.

—Y otra cosa, señor Loredo, ¿puedes moverte, por favor? No quiero tener ningún contacto contigo, no vaya a ser que tu esposa embarazada lo vea y se altere. Yo no quiero cargar con la responsabilidad de su heredero. Además, ya es hora de la comida, no me retrases más.

—¿Comida? ¿Tu jefe te compró una cajita de comida? Mejor ni la comas. Que mi asistente se lleve a Noeli, yo te invito algo decente, ¿te parece?

Marisa frunció el ceño. Platicar con ese hombre era como hablarle a una pared.

Bajó el ritmo de voz y subió el volumen para que no quedara duda:

—Mi esposo y yo vamos a comer aquí. ¿Te quedó claro?

Capítulo 180 1

Capítulo 180 2

Capítulo 180 3

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