Sabrina asintió, y esta vez fue ella quien se acercó al oído de Marisa para susurrarle:
—Usa protección, ¿eh? Ni te imaginas, abres el cajón de la mesita de noche de Claudio y parece que tiene unos cien condones ahí guardados.
Marisa no pudo evitar arquear las cejas, sorprendida.
Aunque ya había escuchado rumores de que Claudio era un mujeriego de lo peor, no esperaba que la cosa fuera tan exagerada.
Sin embargo, ahora que lo pensaba, el hecho de que tuviera tantos condones también demostraba que, al menos, Claudio sí se cuidaba, ¿no?
Pero Marisa tenía algo más en mente, una preocupación que no podía dejar pasar.
Frunció el ceño y le dijo a Sabrina:
—Oye, ya que viniste al hospital, ¿por qué no aprovechas y te haces un chequeo?
Sabrina captó al instante lo que Marisa quería decirle.
Claudio era famoso por andar con una y otra, y como dice el dicho, tanto va el cántaro al agua que al final se rompe.
Si Claudio terminaba metiéndose en problemas, ella, Sabrina, sería la que pagaría los platos rotos.
Los ojos de Sabrina brillaron con determinación.
—Tienes razón, hermanita. Tengo que hacerme un chequeo, mejor prevenir que lamentar. No vaya a ser que por una noche de locura termine llevándome una enfermedad, ¡qué pérdida sería!
...
En ese momento, Rubén entró al cuarto acompañado de Yolanda, pero no vio a Sabrina por ningún lado.
Se mostró extrañado.
—¿Dónde está tu prima?
—Aprovechando que ya estaba en el hospital, fue a hacerse un chequeo —explicó Marisa.
Rubén arrugó la frente, sacó su celular y llamó a Cristian.
—La prima de Marisa va a hacerse un chequeo, encárgate de que la atiendan.
Yolanda se sintió un poco abrumada por las atenciones.
—Rubén, no hacía falta que te molestaras por esto. De verdad, nos da un poco de pena.

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