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El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 368

La mirada de Marisa se posó en Regina. Debía ser la misma mujer con la que acababa de intercambiar mensajes de voz.

Emiliano, sonriendo, hizo las presentaciones:

—Marisa, ella es mi esposa.

Marisa, aunque se sorprendió un poco por la diferencia de edad entre los dos, supo mantener la compostura. Internamente, la idea le resultó intrigante, pero no dejó que se notara en su expresión.

Con suma cortesía, asintió y saludó:

—Mucho gusto, señora. Esta vez fue mi descuido, lamento haberle causado molestias tanto a usted como al señor Cáceres. Les aseguro que siempre recordaré este gesto.

Regina le devolvió la sonrisa.

En ese instante, comprendió por qué el señor Cáceres trataba tan bien a esta alumna.

A pesar de que, minutos antes, Marisa le había puesto en aprietos durante la llamada de voz, no se notaba ni una pizca de incomodidad en su comportamiento. Al contrario, se mostró humilde y respetuosa.

Para Regina, Marisa no solo tenía mucha inteligencia emocional, sino que además resultaba encantadora.

Parecía una flor de jazmín recién bañada por el rocío de la mañana, desprendiendo un aroma suave y apacible, sin el menor atisbo de amenaza.

Había escuchado que Marisa fue una de las alumnas más destacadas de la Academia de Arte de Clarosol, así que seguro que en su campo también era sobresaliente.

De no ser por ese pequeño recelo que sentía, Regina habría sentido simpatía inmediata por ella, igual que el señor Cáceres.

—No hay nada que agradecer —respondió Regina con ligereza—. Para nosotros, venir fue como aprovechar un paseo de regreso al país.

Luego, Regina se dirigió a Emiliano:

—Hoy es la inauguración, Marisa debe estar ocupada. Lo del cofre podemos dejarlo para después, cuando todo esté más tranquilo.

El carácter de Emiliano era peculiar, por decir lo menos, y siempre hacía las cosas a su manera. Después de todo, en su posición, podía darse ese lujo sin que nadie le dijera nada.

—Si esperamos, el regalo ya no tendrá gracia —insistió Emiliano.

Ante su terquedad, Regina no tuvo más remedio que dejarlo ser. Se giró, abrió la puerta del carro y sacó el cofre de la parte trasera.

Marisa, intrigada, frunció el ceño y preguntó:

Nuestro precio es solo 1/4 del de otros proveedores

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