Emiliano se puso serio de repente, miró de reojo a Marisa y habló con un tono lleno de autoridad:
—El profesor te la regala, pero no es para que te la lleves sin más. ¿No que tú también me ibas a dar ese cuadro al óleo que te estuve pidiendo por tanto tiempo?
A Marisa casi se le salían las lágrimas de la impresión al ver la pintura frente a ella.
—Profesor, ¿cómo va a comparar mi cuadro con una obra de Alan Noriega?
¿Quién era Alan? Nada menos que el artista más exitoso en las subastas de Christie’s, con cuadros que alcanzaban precios dignos de los grandes maestros del siglo XV y XVI.
Al ver que Marisa seguía negándose, el semblante de Emiliano se tornó todavía más severo.
—¿Por qué no se pueden comparar? Alan era mi amigo, tú eres mi alumna. Esta pintura me la regaló él antes de morir, y yo la intercambio por tu cuadro. ¿No es justo?
Al notar que Emiliano estaba a punto de perder la paciencia, Regina intervino de inmediato para calmar los ánimos.
—Marisa, el señor Cáceres te la da porque te aprecia. Hazle caso y acéptala, no vayas a retrasar lo que sigue.
Viendo la expresión intimidante de Emiliano, Marisa ya no se atrevió a rechazar la oferta y tomó el maletín con la pintura.
Al aceptarla, el rostro de Emiliano se relajó, aunque no pudo evitar refunfuñar:
—Si le diera este cuadro a otra persona, ya estaría brincando de la emoción. Pero tú, niña, nomás te haces del rogar y no sabes apreciar lo que tienes enfrente.
Eso sí, lo dijo con ese cariño especial que tienen los mayores.
...
Llegaron a la galería Jasmine.
La sola presencia de Emiliano causó un revuelo enorme. Como pintor de la misma generación que Alan, su influencia no era menor. Además, llevaba años alejado del ojo público, así que su aparición encendió el ánimo de todos los presentes.

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