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El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 67

Marisa aspiró hondo, intentando controlar las náuseas que la invadían.

Había sacado a Samuel para evitar que siguiera molestando a Yolanda, pero este tipo parecía convencido de que ella quería platicar de verdad.

Marisa ya no tenía paciencia.

—¿Qué quieres decirme? Tengo cosas que hacer, no voy a perder el tiempo contigo.

Samuel acomodó su taza de café con toda la calma del mundo. A pesar de que era él quien necesitaba un favor, su actitud seguía siendo altiva, sin la menor intención de mostrarse humilde.

—Escuché que la familia Páez y la familia Olmo solían llevarse bien. Échame la mano, ¿sí? NC está enfrentando un problemita. El proyecto que ya teníamos amarrado con el Grupo Olmo se lo llevó otra empresa. Nosotros ni siquiera hemos podido ver a la gente del Grupo Olmo, pero tú sí debes tener acceso, ¿no?

Marisa frunció el ceño. Ayer Samuel ya había ido a causar problemas con la familia Olmo y, justo hoy, el proyecto de NC había sido arrebatado por otro grupo.

Era imposible que Marisa no sospechara la relación entre ambos hechos.

Aun así, por mucho que lo pensara, ella jamás accedería a ayudarlo.

Aunque él se comportara bien, Marisa nunca sería tan ingenua como para prestarle otro favor, y menos aún cuando él seguía mostrando esa actitud de superioridad.

Rechazó la taza de café que el mesero le ofrecía.

—Yo no pedí nada, que se la den al señor.

El mesero la miró, confundido.

—Pero el señor ya tiene una taza...

La postura de Marisa era clarísima.

Eso lo había pagado Samuel, así que ella no lo quería.

Por favor, ese juego ya lo conocía de sobra. ¿De verdad creía que era tan fácil manipularla?

¿O es que Samuel confiaba demasiado en su propio atractivo?

Los sentimientos que alguna vez tuvo por él se habían esfumado el día que estuvo a punto de acabar con todo por su culpa.

Marisa entrecerró los ojos, su mirada tan clara y aguda como la de una fruta fresca recién cortada.

—Mi paciencia con la familia Loredo tiene un límite. Y no vuelvas a pensar que podría querer a alguien de esa familia, ni a ti ni a nadie.

Las últimas palabras las pronunció apretando los dientes, como si cada sílaba le pesara en el alma.

A Samuel le sorprendió su reacción, aunque por dentro seguía convencido de que, si Marisa supiera quién era en realidad, no solo lo ayudaría, sino que regresaría a sus brazos sin dudarlo.

Pero el asunto del proyecto era urgente, y no tenía tiempo para juegos. Así que decidió sacar su última carta...

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