Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 652

¿Cómo era posible que esa persona tan deslumbrante en la pista fuera Sofía? ¿Cómo?

Diego estaba revisando un informe importante, pero, de repente, las letras desaparecieron y su mente se quedó en blanco; lo único en su cabeza era los recuerdos de Sofía en la cocina, preparándole lo que a él le gustaba; de la noche que lo cuidó cuando estuvo enfermo; de todas las veces que tuvo motivos para abandonarlo y no lo hizo.

Una mujer tranquila, sin temperamento, tan débil que parecía no tener carácter... ¿cómo podía dominar un circuito? Y, además, ¿por qué él no sabía nada?

Diego rompió de golpe un informe y lo lanzó al suelo hecho pedazos; inmediatamente, llamó a Chiara. Ella contestó la llamada y, solo por el tono, entendió que el señor Villareal estaba furioso. En cuanto entró a la oficina y lo vio, su expresión cambió: la cara de él daba miedo y tenía una mirada capaz de hacer temblar a cualquiera.

Chiara cerró los puños inconscientemente, respiró hondo y se acercó con calma:

—Señor Villareal...

Apenas abrió la boca, él la fulminó con la mirada y explotó.

—¿Por qué no pudiste averiguar quién era Sun?

Chiara se tensó por completo y bajó la cabeza al instante.

—Perdón, fue negligencia mía.

Furioso, Diego se puso de pie y tiró todo lo que había sobre el escritorio. El estruendo sacudió la oficina y el ambiente se volvió insoportable.

Chiara se asustó, incapaz de ocultarlo, pues jamás había visto a Diego perder el control de esa manera en la oficina; incluso cuando estaba molesto, siempre había sido razonable. Con esa presión encima, dijo:

—¿Sun es... Sofía?

A esas alturas, solo Sofía podía provocar una reacción tan descontrolada. Y, como era de esperar, esas palabras lo irritaron aún más. Diego agarró el borde del escritorio con tanta fuerza que parecía querer romperlo.

Levantó la cabeza, con una mezcla de emociones fuertes en sus ojos.

—¿Por qué? ¿por qué no me lo dijo? —Apretó los dientes

Chiara trató de pensar en algo que responder.

—Habla —ordenó él, mientras la mirada, como esperando que ella pudiera inventar una razón que lo tranquilizara—. ¡Te dije que hables!