Las palabras del médico dejaron a Conrado perplejo, sus manos comenzaron a temblar mientras sostenía el teléfono. No podía creer lo que acababa de escuchar. La noticia era abrumadora y desconcertante.
—Doctor, ¿qué está diciendo? ¿Está seguro de los resultados de la prueba de ADN? —preguntó Conrado, con su voz llena de angustia y confusión— ¿Cómo es eso posible?
“Señor Conrado, el resultado es 100% confiable, son claros y concluyentes. Usted no es el padre biológico de la niña, y tampoco su difunta esposa es la madre, según la muestra de su cuñada. Lo siento mucho, pero es importante que sepa la verdad”.
Conrado se alejó de Salomé, cortó la llamada y caminó a un extremo donde se dejó caer en un banco cercano, sintiéndose agobiado por la avalancha de emociones que lo invadían. No podía procesar completamente la información que acababa de recibir. Todo lo que creía saber sobre su hija y su familia se venía abajo como si se tratara de un castillo de arena.
Y si, la pequeña Grecia no era su hija “¿Dónde está mi hija biológica? ¿Había muerto? ¿La tendrán otras personas? ¿Y los verdaderos padres de Grecia la estarán buscando? ¿Me quitará a Grecia?”
—Esto no me puede estar pasando, no me pueden quitar a Grecia, ella es mi hija —dijo desesperado pasándose la mano por la cabeza en un gesto de impotencia.
Su mente se nubló y las emociones se mezclaron dentro de él: la preocupación por la salud de Grecia, la confusión por los resultados de la prueba de ADN y la ansiedad por el paradero de su verdadera hija. Necesitaba respuestas y estaba decidido a encontrar la verdad, debía hacer algo para conocerla.
Tomó su celular y sin perder más tiempo, decidió contratar los servicios de un investigador privado para que descubriera qué había sucedido el día del nacimiento de su hija y ¿Cómo había llegado Grecia a las manos de su esposa y él? Y ¿Quién se había llevado a su hija? No podía permitir que sus hijas estuvieran en peligro ni un minuto más.
Después de conversar con él, acordó reunirse al día siguiente antes de irse de viaje para discutir sobre el caso, informarle sobre el nacimiento de su hija y todos los detalles para llegar a la verdad.
Luego de cortar la llamada con el detective, caminó hacia donde estaba Salomé y le acarició con suavidad el rostro, ella lo miró expectante, aunque no se atrevió a preguntarle nada.
—Salomé tengo una duda ¿Por qué no investigaste lo que había ocurrido con Fabiana si estabas segura de que era la hija de tu esposo? ¿Acaso no te dio curiosidad las razones por las cuales los exámenes habían salido así? —interrogó sin dejar de observarla.
—Porque me supuse que era mi suegra quien hizo algo para perjudicarme —dijo con un suspiro—, y si yo a duras penas he logrado sobrevivir todo este tiempo, con qué recursos económicos podría hacer algo para investigar, además de eso, independiente de los resultados, Fabiana es mi hija, yo la amo y jamás la voy a abandonar —dijo ella con convicción.
—Salomé ¿Cuál es la fecha de nacimiento de Fabiana? ¿Y en qué centro médico nació? —inquirió con curiosidad.
—El 02 de agosto de hace dos años. En el Hospital General Privado de Danoka —respondió la mujer con tranquilidad.
—¡Qué coincidencia! Es la misma fecha y el mismo hospital donde nació mi hija Grecia, así que quizás coincidimos en ese lugar y no lo recordemos —expresó, sin embargo, las sospechas que tenían empezaron a crecer en él.
No sabía si era una locura, pero no podía dejar de pensar en eso.
Por un momento, Conrado quiso decirle de sus sospechas, pero prefirió no mortificarla hasta estar seguro de la verdad.
—Mañana salgo a primera hora a buscar los donantes y te prometo que de regreso te llevaré a conocer a Grecia.
En ese momento entró una llamada al celular de Conrado, cuando vio que era del hospital lo atendió de inmediato.
—Hola, doctor, ¿Todo bien?
“Señor Abad, me gustaría decirle que sí, pero no es el caso, lamento ser portador de mala noticia, Grecia no ha tenido mejoría, necesita sangre, debía haber necesitado luego de un par de meses, sin embargo, solo pudo aguantar dos meses, el conteo es bajo, y es urgente conseguir los donantes”.
Cuando Conrado escuchó esas palabras propinó una maldición, mientras dejaba caer un golpe en un árbol que estaba cerca.
—Voy a encontrarlos, y le aviso.
Él cortó la llamada, y Grecia se quedó viéndolo preocupado, esperando que le contara algo, pero solo se dejó caer en el banco, cerrando los ojos, ella no pudo aguantar más la zozobra y le preguntó.
—¿Ocurre algo?
—No te preocupes, todo estará bien —le dijo acariciando su rostro con suavidad—, espera un momento.
Se volvió a alejar de ella y comenzó a hacer llamadas, le marcó a su asistente.
—¡¿Hasta cuándo tengo que esperar?! ¿Te parece que mi hija puede esperar? —expresó molesto—, busca a esos donantes hasta debajo de las piedras, amárralos y llévalos, pero consíguelos, dile a Melquíades, pon a todos en eso, porque si no lo hacen, juro por lo que más quiero que les volaré la cabeza y no podrán trabajar nunca más en la vida ¡¡¿Entiendes?!! —gritó sin siquiera dejar replicar al hombre.
Sus gritos fueron tan altos que ella supo que algo estaba pasando con Grecia, por eso tomó la decisión de al día siguiente ir al hospital, averiguar sobre ella, donar sangre y conocerla.
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