Dos años después
Cuando las niñas escucharon el ruido del auto de su padre, salieron corriendo a recibirlo.
—¡Papá! —exclamaron al unísono, emocionadas.
Conrado apenas bajó, las cargó una en cada brazo, mientras las dos no dejaban de besar su rostro.
—¿Cómo están las princesas de papá? —les preguntó y ellas sonrieron alegres.
—Ya mami nos peinó para la boda de papá Joaquín en unas horas, solo faltan los vestidos de princesa… aunque esa novia no me gusta… no pienso llamarla mamá —dijo Fabiana con seriedad.
—Mi vida no es necesario que la llames mamá, pero debes respetarla, será la esposa de tu padre —le dijo cariñosamente Conrado.
—Ella es la bruja del mal… creo que siempre fastidia a Grecia, cuando nadie ve, pero yo sé que le hace daño, pero la estoy vigilando —dijo llevándose la mano a ojo—, quien se mete con mi hermana lo piso como una cucaracha —dijo enérgica.
Y es que el carácter de Fabiana era como el de Conrado, implacable y muy audaz, mientras que Grecia, era más tímida, apacible, su cuerpo más frágil producto de su enfermedad, no le gustaban los gritos, ni siquiera que se hablara en tono alto.
Los ojitos verdes de Grecia se anegaron de lágrimas y escondió su rostro en el cuello de su padre.
—No hablemos de eso, por favor —susurró en voz baja.
Salomé se acercó a ellos lentamente había escuchado toda la conversación. Besó con suavidad los labios de su esposo y acarició con suavidad sus cabellos.
—Grecia, si en verdad Maribel te ha hecho daño en algún momento debes decírnoslos, nadie tiene derecho a maltratarte o gritarte —dijo Salomé en un tono de preocupación.
La niña se incorporó y con una de sus manos acarició con suavidad el rostro de su madre.
Conrado asintió en silencio. Sabía que Grecia era muy sensible, y no quería que nadie la lastimara, a él tampoco le gustaba mucho la futura esposa de Joaquín, aunque no podía asegurar que era una persona cruel. Por lo menos, no a simple vista.
—No, no es nada —respondió Grecia, limpiando las lágrimas de sus mejillas—, es solo que temo que papá Joaquín tenga otro niño y ya no me quiera.
—Eso no pasará, sabes que él te adora, así como te adoro yo —le dijo Conrado besando su frente y ella asintió, sin embargo, no pudo evitar sentirse preocupado por la situación.
Entró a la casa con sus hijas, pero ellas le pidieron que las bajara y se fueron con Cleo para que les hiciera algún postre, mientras él se quedó con Salomé y la atrajo a su cuerpo tomándola por la cintura, le dio un profundo e intenso beso, tan apasionado que un gemido terminó saliendo de los labios de la mujer.
—¡Te extrañé tanto! Creo que no puedo separarme ni un solo minuto de tu lado —pronunció con voz zalamera cuando se apartó un poco de ella.
—Eres un exagerado, pero me encanta.
—¿Quieres acompañarme a mi despacho? Necesito llamar a Joaquín, no sé, pero no puedo evitar estar inquieto, tengo la sensación como si algo importante estuviera a punto de ocurrir.
—Vamos —le dijo ella mientras se iban tomados de la mano al despacho—, que también tengo una noticia que darte antes de que empieces tu charla con Joaquín.
—¿Qué será? —interrogó con un tono de ansiedad en la voz.
—Sentémosno primero —ella se iba a sentar en una silla delante del escritorio y él lo impidió tomándola por el brazo y halándola hacia su cuerpo para después sentarla en el sofá encima de su regazo.
—¿Qué tienes que decirme tan importante?
Salomé sacó un sobre de entre sus ropas y se lo entregó.
—¿Qué es? —inquirió con curiosidad.
—¡Ábrelo! —exclamó ella sin poder contener los nervios.
Cuando lo hizo abrió los ojos de par en par al ver una imagen de un eco sonograma.
—¡Estamos embarazados! ¡Oh por Dios! Esta es la mejor noticia —pronunció Conrado sin poder contener su felicidad.
Salomé sonrió ampliamente, su corazón latía con energía al ver la expresión de emoción en el rostro de su esposo, se abrazó a su cuello, mientras besaba sus mejillas, y cuando sintió lo salado en sus labios, se dio cuenta de que se trataban de sus lágrimas, Conrado estaba llorando.
—¿Estás llorando por qué voy a tener un bebé? Primero pensé que estabas emocionado, pero ahora al ver tus lágrimas no estoy muy segura —señaló sin poder contener el tono de asombro en su voz.
—Sí, estoy llorando de la emoción, porque te juro que pensé que quizás no habías superado lo ocurrido, y saber que mi sueño se está haciendo realidad, es una alegría indescriptible y esto debo gritarlo a los cuatro vientos por el pasillo —expresó Conrado emocionado.
De manera inesperada, se levantó, la sentó a un lado en el sofá, se levantó, abrió la puerta del despacho y gritó a todo eco por el pasillo.
—¡¡¡Voy a ser papá por tercera vez!!! —exclamó y ella no pudo contener la risa, al ver que su marido había enloquecido.
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