Joaquín y Cristal, se estaban preparando para la boda, había logrado esos cuatro meses librarse del compromiso, porque Conrado estaba entretenido en resolver los problemas relacionados con Sergio, Graymond, y no había tenido tiempo de estar pendiente de que su ahora amigo cumpliera su palabra de casarse con su hermana.
Por eso una semana antes lo enfrentó.
—¿Qué dijiste? ¿Qué cómo estaba ocupado no te iba a hacer cumplir con tu palabra de casarte con mi hermana? —inquirió en tono molesto Conrado.
—Por supuesto que he querido cumplirla, ha sido tu hermana quien no ha querido, cuando le pregunto me dice que no es necesario y sabes que no la quiero enojar y que me dé una patada, me ha costado mucho reconquistarla, para perderla tan fácil —mencionó Joaquín con preocupación.
—¿Te vas a dejar gobernar por una chiquilla? —inquirió Conrado.
—Que tiene el carácter de los mil demonios, antes era tan dulce, pero creo que el golpe en la cabeza le zafó una neurona o algo así, porque ahora es una fiera —balbuceó Joaquín un poco nervioso.
—Bueno, no sé qué irás a hacer, pero tienes una semana para que cambie de opinión, o yo me encargaré de que se case contigo a la fuerza.
Ese mismo día Joaquín habló con su novia y le dejó un ultimátum.
—En una semana nos casamos, espero que estés en el sitio donde se llevará la boda… ten en cuenta que me casaré, estés presente tú o no —dijo con firmeza, y Cristal soltó la carcajada.
—Ay, sí, ¡Qué susto! ¿Con quien otra te casarías? —se burló, porque sabía que lo estaba haciendo como una medida de presión.
A pesar de lo que ella demostró, la verdad es que el ultimátum de Joaquín de casarse en una semana, logró que Cristal se sintiera aún más presionada.
Por un lado, lo amaba con locura, y quería estar con él, pero, por otra parte, también temía enfrentar su miedo al matrimonio, sobre todo, porque se preguntaba si en verdad él la amaba, todo había surgido tan repentino, que a veces pensaba, si no se trataría solo un capricho de Joaquín ¿Cómo sabía si realmente era su amor?
Por más que quisiera evitarlo, se sentía atrapada entre sus deseos y sus miedos, sin saber qué camino tomar.
Lo que ella no sabía es que Joaquín, estaba decidido a no perderla por nada en el mundo, pero tampoco quería forzarla a hacer algo que no quería. Su amor por ella era genuino, y solo quería que fueran felices juntos.
En los días previos a la boda, Joaquín no dejó de colmarla con detalles, se esforzó en enamorar más a Cristal, le llevaba flores, la invitaba a cenar, pasaban largas horas hablando, hasta le dedicó canciones y le escribió hasta poemas.
Pese a ella se mostraba distante y confundida.
Una tarde, mientras paseaban por un parque cercano, Joaquín tomó la mano de Cristal y la miró a los ojos con ternura.
—Cristal, sé que no es fácil para ti y no quiero presionarte, pero quiero que sepas que mi amor por ti es sincero. No quiero que hagas algo que no quieras, pero también quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre. Si me necesitas, si tienes miedo, si necesitas tiempo, estaré a tu lado, respetaré tus decisiones y te apoyaré en todo momento. Quiero que entiendas que te amo en verdad, que nunca me había sentido tan temeroso de perder algo, tampoco había escrito un poema en mi vida, ¿Y sabes por qué?
Ante su pregunta ella se quedó viéndolo con interés, como si estuviera buscando en su mirada, en sus ojos la verdad y asintió.
—Porque jamás había amado como te amo a ti, nunca había sentido la necesidad de expresar con palabras, con hechos, con todo lo que sea posible mi infinito amor por ti, porque mi corazón enloquece palpitando descontrolado cuando te vi —pronunció tomándole la mano y llevándosela al corazón.
Sus palabras provocaron que los ojos de Cristal se anegaran de lágrimas. Lo que Joaquín le decía era lo que más necesitaba escuchar en ese momento. No quería perderlo, pero también tenía miedo de que el amor que él sentía no fuera suficiente, sin embargo, al escucharlo, estuvo segura de que le hablaba con la verdad y hasta respiró aliviada.
—Joaquín, no sabes lo mucho que significa eso para mí —musitó con voz entrecortada—. Me siento tan confundida y asustada, a veces pienso que no estoy lista para casarme, pero tampoco quiero perderte.
Él la abrazó con suavidad, acariciando su cabello.
—No tienes que decidirlo ahora mismo, Cristal. Tómate el tiempo que necesites, pero quiero que sepas que no hay nadie más en este mundo que yo quiera a mi lado. Y el día de la boda allí estaré, por si decides que estás lista, estaré allí, esperándote.
Cristal se sintió aliviada al escuchar sus palabras y asintió con gratitud.
Sorpresivamente y antes que él le dijera que si no llegaba no la juzgaría, ni se molestaría con ella, Cristal habló.
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