El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 207

Al oír esto, Adriana empezó a preocuparse. Tenía razón. Sería un problema si Dante se enterara...

Aun así, ninguna de estas amenazas significaría nada si fuera el gigoló de entonces.

Pero seguro que si en verdad era él.

No se atrevió a arriesgarse.

«Además, aunque fuera él, ¿y si tiene algo que ver con la muerte de papá? No puedo reconocerlo, y no puedo dejar que se entere de los niños. Si no, podría quitármelos...».

Adriana se angustió cuando estos pensamientos cruzaron su mente.

«Aun así... No puedo casarme con este hombre de la Nación T para cubrir mis huellas, ¿verdad?».

—No tienes elección —amenazó Selene—. Yo tampoco tengo tanta paciencia. Tadeo ya ha traído el acuerdo. Dirígete a la Oficina de Asuntos Civiles para registrar tu matrimonio, y yo hablaré con la prensa. Mientras hagamos estos dos pasos, no volveré a molestarte.

—Dame algo de tiempo —Adriana no se atrevió a rechazar a Selene, pero tampoco iba a aceptar de inmediato—. Lo pensaré....

—¿Pensar qué? Quiero que se haga ahora —Obviamente, Selene no podía esperar más.

—Pero... —De repente, el teléfono de Adriana sonó. Que el nombre «Gigoló» apareciera en su pantalla fue como si hubiera conocido a su salvador—. ¿No quieres que me case para que Héctor se rinda? Bueno, no es que tenga que casarme con este hombre de Nación T; puedo casarme con otro, ¿no?

—¿Quién más crees que se casaría contigo en esta hora y media? —Amanda se burló—. ¿Crees que eres una diosa con la que todos quieren casarse?

—Sí tengo un candidato —respondió Adriana mientras sostenía su teléfono—. Pero no puede enterarse de mis hijos.

—Bien. Lo que sea —Selene hizo un gesto de impaciencia—. No importa con quién te cases. Sólo que lo hagas para hoy y lo anuncies a la prensa.

—Selene... —Amanda intentó evitar que su hija dijera algo precipitado, pero Selene ya había hablado.

—De acuerdo. Deja que tome una llamada —Adriana se dirigió hacia una esquina y contestó su teléfono—. Sálvame, Gigoló.

—¿Qué pasa? ¿Alguien te persigue de nuevo? —preguntó Dante con premura.

Estaba tan frenético que se olvidó de reprimir su voz.

—No, yo... —Adriana se detuvo un momento y empezó a tantearle—. Tengo que ir a la Oficina de Asuntos Civiles ahora mismo y casarme. ¿Puedes ayudarme?

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