—Mmm… —Adriana buscó en su bolso y se dio cuenta de que solo tenía mil trescientos en efectivo. Se mostró reacia a gastarlo todo y preguntó en un tono dócil—: ¿Aceptas crédito?
—¿Quién acepta crédito cuando se trata de contratar a un Gigoló?
Dante se quedó boquiabierto.
—Solo tengo esto. —Adriana sacó todo el dinero del bolso y se lo puso en la palma de la mano—. ¡Tú verás si es suficiente y para qué tipo de servicios!
—¡Bien! —Dante se metió el dinero en el bolsillo, se levantó y tiró de ella para irse. Fabián y los otros guardaespaldas lo siguieron de inmediato, pero él los detuvo—. No hace falta que me sigan. Quiero divertirme solo esta noche.
—Pero…
Los guardaespaldas se voltearon para mirar a Fabián. Este solo pudo apartarse. Esta noche no era la noche para que alguien dijera algo. Dante subió al auto con Adriana y salió a toda velocidad. Pronto llegaron al Encanto Nocturno. El reloj acababa de dar las nueve; era la hora punta allí.
El Encanto Nocturno estaba repleto de gente. Bajo las brillantes y coloridas luces, los jóvenes bailaban a sus anchas, siguiendo los ritmos de las canciones. En el escenario, la estríper hacía movimientos seductores. Los espectadores estaban hipnotizados por el encanto de sus ojos y el atractivo de su cuerpo.
Dante se puso un antifaz y una chaqueta. Tomando la mano de Adriana, se abrió paso entre la multitud y se dirigió a una sala privada. En cuanto llegaron a la sala, Adriana se sintió relajada y alegre. Por fin podía dejar de lado todo el miedo, la defensa y la cautela de su corazón. Sintió que una vez que Dante se pusiera la máscara y se convirtiera en Gigoló, su vibra intimidante sería reemplazada por una despreocupada y amigable.
—Señor…
El Gerente del Encanto Nocturno se acercó a ellos para saludar a Dante. Dante le hizo un gesto, indicándole que se fuera. El Gerente pensó que Dante estaba ocultando su identidad a Adriana. Preocupado por si hablaba de más, se marchó a toda prisa. Dante siguió caminando hacia delante tirando de Adriana por el camino. Ella, en cambio, tiró de él hacia atrás y le susurró al oído:
—Quédate aquí. Esto está muy animado. Vamos a relajarnos y a divertirnos aquí esta noche. —Dante miró a la multitud que los rodeaba con el ceño un poco fruncido. Odiaba el contacto cercano con los desconocidos y en verdad le desagradaban los lugares bulliciosos…


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