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El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 272

Cuando Lucy se fue, Adriana se lavó la cara junto al lavabo y se recordó a sí misma que debía tener cuidado. «No puedes volver a equivocarte». Sin embargo, se puso furiosa al pensar en Dante. «Él es el que está coqueteando con otra mujer delante de mí. ¿Por qué él se queda tan tranquilo mientras yo me enojo? ¡No es que yo sea la que se equivoca! Pero… no tenemos una relación normal.

Todo ha sido transaccional, nuestra relación siempre ha sido un secreto. ¿De verdad puedo esperar que sea tan leal como debe ser un novio normal? Ahora que lo pienso, no es que quiera tener una relación normal con él. Cedí solo porque estaba indefensa ante sus incesantes amenazas. ¿No estoy esperando que se canse de mí para poder ser libre de nuevo? ¿Por qué me molesto tanto al verlo actuar así con otra mujer? No, Adriana. Esto está mal. ¡Olvídalo!».

Adriana respiró hondo y utilizó los dedos para dibujar una sonrisa en sus labios. «Mantén la calma y relájate. Serás más fuerte si te deshaces de todos tus deseos. No te afectará mientras no te importe».

Recordándose a sí misma una y otra vez, Adriana salió del baño y comenzó a sumergirse de forma seria en el trabajo. El reloj dio las once justo cuando terminó de ordenar la despensa y la reunión también terminó. Mientras unos conserjes limpiaban la sala, Adriana y Valeria clasificaron los documentos y se prepararon para triturarlos. Mientras trabajaban, una figura alta y conocida entró y se puso delante de Adriana.

—Hola, Señor Licano. —Todos saludaron.

Adriana lo miró antes de bajar rápido la cabeza para reanudar su trabajo. Con un solo gesto, Dante hizo salir a todos de la sala. Adriana se preparó para salir también, solo para ser sujetada por el hombre que de inmediato la empujó hacia la silla del Presidente. Cuando la silla negra empezó a moverse hacia atrás debido a la fuerza, Dante enganchó rápido una de sus patas con el pie, tirando de la silla hacia él.

Luego, colocó ambas manos en los reposabrazos y se inclinó hacia Adriana, como una bestia salvaje que atrapa a su presa. Sin decir nada, Adriana miró a Dante con un par de ojos enormes y lívidos. Hirviendo de rabia y con una tonelada de preguntas, esperó una explicación.

—¡Eh! —Sin embargo, Dante se rio en cuanto vio su expresión y le agarró la barbilla—. ¿Alguien está celosa? ¿Hmm? —Adriana permaneció en silencio, pero tenía un aspecto muy sombrío. «¿No debería estar celosa? Cuando tú estás celoso eres como un maldito león, gritando y quejándote de todo. ¿No puedo enojarme, entonces?»—. Pareces una rana.

Dante le pellizcó la cara hinchada antes de inclinarse para mordisquearle los labios rojos que estaban haciendo un puchero.

—Mmm...

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