La esperanza se reavivó en el corazón de Adriana al conocer por fin a alguien que podía controlar a Dante.
«¿Me ayudará el Señor Licano a recuperar mi libertad?».
Renata se dio cuenta de lo que pensaba Adriana y dijo con intención:
—La actitud del Patrón Licano es más extraña que la del Señor Dante, Señorita Ventura, le sugiero que se aleje de él.
Adriana se quedó sin palabras, pues acababa de darse cuenta de lo ingenua que era. «A juzgar por lo brutal y pervertido que es Dante, ¿hay posibilidades de que su abuelo sea amable?».
»¡Tenga cuidado! —le dijo Renata al paramédico cuando llevaban a Adriana en una camilla a la ambulancia.
Acostada en la camilla, Adriana suspiró con impotencia. «Parece que tendré que esperar hasta que Dante se aburra de mí y me deje ir...».
Cuando su imaginación se desbordaba, recibió un mensaje de Olimpia:
«Adriana, muchas gracias. Me contrataron en una empresa que cotiza en la bolsa y me ofrecieron un sueldo alto. La Señorita Dorantes también me dio una bonificación por el trato recibido».
Adriana sonrió y respondió:
«¡Felicidades y buena suerte!».
Se sintió mejor después de recibir un mensaje lleno de calidez y gratitud. Poder ayudar a Olimpia era la mayor recompensa por haber venido hasta aquí. La ambulancia se dirigió muy lento hacia el hospital mientras la música del salón de banquetes se iba apagando poco a poco.
El banquete transcurrió sin problemas. No se vio afectado por la ausencia de Adriana, ya que no era nadie a los ojos de los invitados.
...
La llegada del viejo Señor Licano había hecho que el ambiente en la sala del banquete fuera tenso y serio. Todos los invitados se dividieron en dos filas, poniéndose en orden y lo saludaron de forma cortés.

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