Adriana empezó a preocuparse cuando las facturas de sus gastos comenzaron a acumularse. Ahora, su único ingreso era el de Gigoló Deudor y se iba a acabar pronto. Si no conseguía un trabajo, no podría aguantar hasta el próximo mes. «¿Qué debo hacer?». Esa noche, Adriana envió un mensaje a Gigoló Deudor.
«¿Por qué no me has transferido dinero en estos días? ¿Va mal el negocio?».
Ahora, Gigoló Deudor era su única fuente de ingresos, lo que la llevó a ejercer un poco más de presión.
Adriana: «Incluso si no te aceptan para una noche, puedes aceptar sesiones individuales. Si eso no funciona, puedes intentar beber o bailar con ellas. Mientras ganes algo de dinero…».
Gigoló Deudor respondió después de mucho tiempo: «¿Te has vuelto loca porque estás en la ruina?».
Adriana: «¡Sí! Estoy arruinada y sin trabajo, no puedo poner comida en la mesa. A este paso, no podré ni pagar la renta y me desalojarán pronto. No tengo ningún problema con eso. ¿Pero qué pasa con mi familia? Todavía tengo bocas pequeñas…».
Gigoló Deudor: «¿Bocas pequeñas?».
Adriana borró de forma rápida el mensaje, pero el Gigoló, por supuesto, ya lo había visto. No tuvo más remedio que explicarse:
«Tengo cuatro mascotas en casa…».
Gigoló Deudor: «¿Y de dónde sacaste el valor para dejar tu trabajo?».
Adriana: «Fue una decisión impulsiva».
Gigoló Deudor: «Fue una decisión muy estúpida».
Adriana: «Sé que fue un error. Aunque mi jefe está loco, podía pagar mis gastos. Ahora ya me estoy arrepintiendo. Si Dios me diera otra oportunidad, estaría dispuesta a retractarme. Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de recuperar mi trabajo en el Corporativo Divinus».
Gigoló Deudor: «¿De verdad estás dispuesta a hacer cualquier cosa?».
Adriana: «Así es. La próxima vez, no importa cómo me atormente, lo obedeceré sin chistar. Siempre que pueda conservar mi trabajo».
Justo cuando Adriana envió el mensaje, miró la factura que le había pasado la Señora Fresno. Había comprado una caja de leche en polvo para los niños y también había llevado a Fifí al veterinario. En total, costó cuatro mil trescientos… Cuando vio lo poco que le quedaba, se le llenaron los ojos de lágrimas. La moral y la dignidad ya no le importaban.
Gigoló Deudor respondió: «Así debe de ser».
Adriana: «Debería tener la misma actitud que tú. Después de todo, me he dado cuenta de que no te he tratado bien, pero ¿no lo has soportado? Aunque una vez me echaste del auto, nunca te has puesto en huelga ni has renunciado…».
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El increíble papá de los trillizos