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El Juego del Gato y el Ratón romance Capítulo 5

—¿Tú crees que el papel de la señora Barrientos es algo que puedes tomar y dejar cuando se te antoja? Julia, ¿qué piensas que soy para ti?

La voz de Germán sonó tan cortante que parecía helar el aire. Sus ojos, fijos en Julia, parecían atravesarla, como si pudiera ver hasta lo más profundo de su ser.

Se rio con desprecio.

—¿Aquí no pasa nada? Cuando me chantajeaste aprovechando mi situación, ¿pensaste que podrías salirte con la tuya así nada más, sin consecuencias?

Dentro del carro, el ambiente se volvió tan pesado que costaba hasta respirar.

De pronto, Julia sintió una oleada de escalofrío recorrerle la espalda. Sus dientes castañearon y la invadió el miedo.

Cuando Germán se enojaba, era como si la temperatura a su alrededor descendiera de golpe.

De manera instintiva, Julia se replegó aún más hacia la puerta, evitando a toda costa levantar la mirada para no cruzarse con Germán. Parecía querer pegarse al extremo del asiento, como si soñara con alejarse un poco más de él.

Las palabras de Germán hicieron que algo comenzara a tomar sentido en la mente de Julia.

¿Será que lo que le molestó tanto fue que ella mencionara el divorcio primero? ¿Que alguien tan orgulloso como Germán sintiera que lo habían humillado?

Inspiró hondo, sintiendo el aire gélido en sus pulmones.

—Fui una imprudente, no supe medir mi lugar ni mis deseos. Me equivoqué aferrándome a usted, señor Barrientos, deseando lo que nunca debí haber soñado. Reconozco mi error, le ofrezco disculpas. Espero que el señor Barrientos, con su grandeza, pueda simplemente ignorarme, como si no existiera...

Julia usó las palabras más humildes que pudo encontrar, esperando que Germán se calmara y le permitiera marcharse.

Pero su sumisión y su tono de arrepentimiento solo sirvieron para avivar la furia de Germán.

Él la miró con una sombra oscura en los ojos.

Siempre había creído tener el control absoluto de sus emociones, pero ese día, cada gesto y cada palabra de Julia encendían pequeñas llamaradas en su interior.

Germán estaba acostumbrado a manejarlo todo a su antojo, y esa sensación de que algo escapaba de su control le resultaba insoportable.

Apretó la lengua contra el paladar, conteniendo la rabia que se le acumulaba en el pecho, y asintió despacio.

—Perfecto. Así que ahora sí entendiste. Me sorprendes, Julia.

Vio cómo ella seguía encogida en la esquina del asiento, casi deseando fundirse con la puerta. Eso lo irritó aún más.

Capítulo 5 1

Capítulo 5 2

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