Santino quedó pasmado al ver a Valentina, sus ojos brillaron con intensidad. —¿De dónde salió esta preciosidad?
Aitana, aterrada, se escondió detrás de ella. —Es mi compañera de clase. Santino, por favor, ambas somos estudiantes, no hacemos ese tipo de cosas, déjanos ir.
—¡Mejor que sean estudiantes, me encantan las universitarias! —Exclamó él mirando a Valentina con deseo. —Ya que son compañeras, esta noche me atenderán juntas.
Volviéndose hacia sus guardaespaldas, ordenó: —Llévenselas.
Valentina, miró con frialdad a Santino. —¡Secuestrar mujeres a plena luz del día es un delito!
—¿Delito? ¡Ja, ja, ja! —Santino rio con arrogancia. —Soy alguien importante en Nueva Celestia, tanto que me siento en la misma mesa que el señor Figueroa, el hombre más rico de la ciudad. ¿Y me vienes a hablar de delitos?
Mateo Figueroa, el magnate de Nueva Celestia. Valentina llevaba varios días sin contactar con él, era cierto que controlaba toda la ciudad a su antojo.
—¡¿Qué están esperando?! ¡Agárrenlas de una vez! —Ordenó Santino, impaciente.
Los guardaespaldas se acercaron mientras Aitana se aferraba a Valentina. —¿Qué vamos a hacer?
Justo cuando iban a atrapar a Valentina, ella exclamó con autoridad: —¡Atrevidos!
Mirando a Santino, continuó: —Atrévase a tocarnos. ¿Acaso sabe quién soy?
La imponente presencia de Valentina hizo dudar a Santino. —¿Quién eres?
Ella pronunció cada palabra con firmeza. —¡Soy la esposa de Mateo Figueroa! ¡Soy la señora Figueroa!
—¿Qué? ¿La señora Figueroa? —Santino abrió los ojos, estupefacto.

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