El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 104

—¡Ah, ah, aléjate!

Ángeles limpió el marco de la foto y lo devolvió a su lugar.

Luego, mirando fijamente a Paula, le dijo con frialdad: —¿Sabes siquiera lo que significa esa frase de tener la conciencia tranquila? Los que hacen daño son ustedes. ¿Y todavía quieres manipular a otros para que carguen contigo el peso de tus pecados? ¿Con qué derecho?

Paula retrocedió varios pasos, aterrada no solo por el tono intimidante de Ángeles, sino también por la escena que la rodeaba y el cadáver de Lucía al fondo.

—No voy a discutir contigo. Ya veremos, Ángeles. Algún día, ¡te voy a pisotear!

Dicho esto, se dio la vuelta y salió corriendo.

Ángeles, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, levantó la voz y le dijo: —Paula, en los sueños de medianoche, no vayas a soñar demasiado...

Los pasos de Paula se tambalearon visiblemente por un momento.

Esa noche, Ángeles permaneció en el frío y apartado patio.

De vez en cuando, algún sirviente pasaba a dejarle algo, pero la mayor parte del tiempo estuvo sola.

Sentada en una silla en el centro del patio, bajo un cielo nocturno perfectamente cuadrado, envuelta en una tenue luz lunar, Ángeles permitió que los recuerdos de su vida pasada y presente se mezclaran.

En aquel entonces, Ángeles ni siquiera había escuchado hablar de Lucía. Es decir, Lucía estuvo atrapada en aquel pueblo remoto, hasta que fue vendida de una forma u otra y finalmente desapareció sin dejar rastro.

Sin embargo, en esta vida, por un golpe del destino, Ángeles logró rescatarla de ese lugar. Pero al final... Lucía igualmente encontró su trágico final, aunque de una manera diferente.

¿Qué es, entonces, el destino?

Con los ojos cerrados, Ángeles se hizo esta pregunta.

Tras un largo rato, abrió los ojos y se respondió a sí misma:

No someterse al destino, ese era su destino.

...

Después de aquel día, aunque Paula fue expulsada de la familia Castro y Nancy realmente estaba decepcionada de ella, al ver que Rafael había suspendido la tarjeta de crédito, comenzó a sentir lástima por su hija.

Así que Nancy le consiguió un departamento de su propiedad y le asignó dos sirvientes para que la atendieran.

Para Abelardo, este arreglo también era excesivo. Intentó detenerlo, pero fue en vano.

Nancy simplemente lo refutó diciendo: —¿Acaso quieres ver a tu hermana morir de hambre o vagar por las calles?

¿Pero era esto justo para Ángeles?

Precisamente por esta razón, Abelardo comenzó a visitar la escuela de Ángeles cada pocos días. Primero, para asegurarse de que Ángeles no fuera intimidada en la escuela, y segundo, como una forma de consolarla.

Ángeles esbozó una leve sonrisa, como si ya hubiera anticipado todo esto.

Abelardo se sintió algo incómodo y comentó: —Yo pensaba... pensaba que con el carácter de mamá, te apreciaría más a ti.