Resumo do capítulo Capítulo 155 de El Regreso de la Heredera Coronada
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Rubén se pegó de inmediato como chicle, con un descaro total: —¿Qué pasó en el pueblo? ¿Se ganaron la lotería? ¿Repartieron dinero? ¿Por qué nadie me avisó?
El jefe del pueblo, indignado, casi se cae de espaldas. Le gritó directamente: —¡Ni lotería ni repartos! La gente de nuestro pueblo es honrada y trabaja con sus propias manos, no como en tu casa, que tuvieron la suerte de recoger a la hija de otros. No dieron nada a cambio y, encima, terminaron sacándoles una fortuna.
Se refería, claro está, a Ángeles.
El origen de Ángeles había sido un secreto hasta que regresó con su verdadera familia y todo el pueblo lo vio en las noticias. Desde entonces, la gente empezó a murmurar que debía haber sido adoptada. Si no, ¿cómo podían haberla tratado tan mal?
Por eso, todos en el pueblo tenían la peor opinión de la familia de Rubén. Los veían como desalmados y malagradecidos, gente que no merecía respeto.
Rubén torció la boca y soltó con desdén: —¿Sólo siete millones de dólares? No es suficiente...
¡Como dando a entender que, de haber podido, habría sacado mucho más!
El jefe del pueblo, que ya estaba algo sordo por la edad, no entendió bien y preguntó: —¿Qué dijiste?
—Nada, nada.
Rubén no era tan tonto como para delatarse solo. De todos modos, ya había hecho un trato con Paula: cuando se deshicieran de Ángeles, toda la fortuna de los Castro, la familia más rica de la región, sería heredada por Paula. Y como Paula era su hermana mayor, eso significaba que, indirectamente, esa fortuna también le pertenecería a él.
¡Ja, ja!
Rubén se regodeaba mentalmente. Para entonces, los habitantes del pueblo, que ahora lo despreciaban abiertamente, tendrían que arrodillarse y besarle los pies.
Satisfecho, Rubén siguió pavoneándose por el lugar, pero los demás habitantes, para no aguantar a alguien tan despreciable, se fueron rápido.
Antes de volver a casa, el jefe del pueblo le echó una última mirada a Rubén. Algo no le daba confianza. Al llegar, llamó de inmediato a su nieto y le dijo serio:
—Zenón, ve a buscar a Ángeles y dile que Rubén ha vuelto al pueblo. Y que anda presumiendo mucho. Dile que tenga cuidado. Ese tipo seguramente no viene con buenas intenciones.
—¡Entendido!
Zenón aceptó la papa entusiasmado, soplándola rápido para enfriarla. Le dio unas mordidas antes de acordarse del mensaje de su abuelo y soltarlo todo de golpe:
—¿Y tu abuelo dijo algo más?
—¡Sí!—Zenón asintió con la cabeza, las mejillas llenas por la comida.—Dijo que si volvió, seguro que no viene con buenas intenciones.
Ángeles no pudo evitar soltar una carcajada.
¿Por qué Rubén habría decidido aparecer justo ahora?
Pensándolo bien, seguramente era porque Héctor lo andaba persiguiendo por deudas. Cada vez que lo atrapaban, le cortaban un dedo como advertencia. Probablemente, ya no tenía adónde ir.
En esas circunstancias, era seguro que se estaba aferrando a Paula como un clavo ardiente, dispuesto a hacer lo que fuera por sacarle más dinero.
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