El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 182

Ángeles experimentó una súbita evocación: aquella noche junto al precipicio, cuando Vicente custodiaba a Bella. Tras su caída, la perrita había seguido a los aldeanos rescatadores y encontrado refugio en la casa de la abuela Alzira.

Con el fallecimiento de la anciana, Bella necesitaría ser reubicada con una nueva familia.

Un pensamiento inexplicable atravesó la mente de Ángeles relacionado con Vicente.

Él había demostrado un afecto evidente hacia la pequeña cachorra. ¿Qué tal si la devolvía a Ciudad de la Luz de la Luna?

Con esa idea, recogió a Bella, percibiendo inmediatamente su estómago completamente vacío. No resultaba extraño su desconsolado llanto.

Trasladó a Bella a la casa de su tío Baldomero, sitio original de su adopción. La depositó junto a la perra grande, que apenas abrió los ojos antes de volver a dormirse.

Bella se abalanzó intentando amamantarse, mas tras unos sorbos frustrados, retornó gimoteando a los pies de Ángeles.

La tía Nahia, observando la escena, soltó una carcajada: —La perra grande ya no produce leche, será imposible alimentarla. Pero no te preocupes, la comida casi está lista. En un momento les prepararé sopa con arroz.

—Entendido.

Con su habitual destreza, la tía Nahia preparó rápidamente algunos platos. Ángeles, aunque sin mucho apetito, comió un poco. Aún permanecía débil tras haber sufrido una alta fiebre por el frío y la humedad de la noche anterior. Aunque su temperatura había descendido, sabía que un descuido podría provocar una recaída.

Después de comer, Ángeles tomó dos pastillas y ayudó a la tía Nahia a recoger la mesa. Para entonces, ya casi era la una de la madrugada.

Habiendo dormido demasiado durante el día, carecía de sueño. Se puso una chaqueta extra y salió de la casa. Bella, ya llena de energía tras la comida, corrió hacia ella en cuanto la divisó.

Esta vez, para su sorpresa, Bella mordió la pernera de su pantalón y comenzó a tirar de ella en dirección a la casa de la abuela Alzira.

Estaba molesto porque Ángeles había regresado sin avisarles.

Fue por casualidad que se enteró a través de los aldeanos; de lo contrario, habrían pensado que seguía desaparecida y habrían planeado descansar esa noche antes de decidir cómo organizar la búsqueda.

Sin embargo, pronto escucharon a los aldeanos decir que no era necesario organizarla, porque Ángeles ya había regresado.

Oscar no quedó completamente convencido. Al oír que estaba allí, decidió acercarse para comprobarlo con sus propios ojos. No fue hasta verla sana y salva que pudo respirar aliviado.

Pero inmediatamente después, una extraña sensación de enfado lo invadió.

Estaba furioso porque Ángeles no parecía haberlos considerado en absoluto. Esa sensación de ser ignorado y menospreciado le resultaba intolerable.