Resumo do capítulo Capítulo 328 do livro El Regreso de la Heredera Coronada de Internet
Descubra os acontecimentos mais importantes de Capítulo 328 , um capítulo repleto de surpresas no consagrado romance El Regreso de la Heredera Coronada. Com a escrita envolvente de Internet, esta obra-prima do gênero Segunda oportunidad continua a emocionar e surpreender a cada página.
Emilio sonrió de resignación.
Filiberto no se atrevió a decir ni una palabra, temeroso de que cualquier comentario pudiera desatar la furia de Emilio.
El silencio era, en este caso, una forma tácita de consentimiento.
Si Emilio nunca hubiera sentido la alegría de poder levantarse por sí mismo, quizás la frustración no sería tan insoportable para él. Pero después de experimentar la euforia de poder de nuevo usar las piernas, ¿cómo podía entonces resignarse a no desear nada?
Y más aún, curar sus piernas no era solo un deseo, era su obsesión más profunda.
El colapso de esa esperanza era, para Emilio la peor afrenta en toda su vida..
—Ángeles...
El nombre salió de sus labios como un veneno, entre dientes apretados y con una rabia que parecía imposible de contener.
Había una amenaza mortal en su tono.
—¿Te atreves a burlarte de mí? ¡Le estas buscando las uñas al gato y te arrepentirás!
En cuanto Emilio terminó de hablar, varios de sus hombres avanzaron rápidamente, como si estuvieran listos para atrapar a un criminal peligroso.
Sin embargo, justo cuando extendieron las manos hacia Ángeles, ella los derribó con movimientos rápidos y precisos, ejecutando varias llaves contundentes.
Unos gritos de dolor llenaron el aire.
Ángeles, firme y serena en el centro de la habitación, habló con voz clara: —Señor Emilio, fue usted quien empezó jugando sucio. Si usted no tiene compasión y actúa maquiavélicamente, entonces no espere que yo actúe de una manera más suave con usted. ¿No le parece justo que el mal se pague con mal?
Para Emilio, Ángeles siempre había sido una mujer que se aprovechaba de su conocimiento médico, algo arrogante, astuta en cierto grado, pero al fin y al cabo era una tipa superficial y sosa.
Era alguien desechable, alguien a quien podía abandonar sin remordimientos cuando ya no le fuera útil.
Pero esta vez, Emilio no podía creer que la había juzgado tan mal.
Ángeles no era tan inofensiva como había pensado.
Aunque, al final, eso no le importaba mucho. Después de todo, ¿no seguía estando bajo su control?
Emilio levantó un dedo señalando a Ángeles y dio una orden a sus malhechores: —¡Atrápenla!
Si de fuerza física se trataba, Ángeles no podía competir con los numerosos hombres de la familia González.
La señora Leticia, con su habitual amabilidad, observaba todo desde un costado. En su mirada hacia Ángeles había una leve expresión de compasión, y dijo con suavidad: —Tengan cuidado, no le vayan a lastimar las manos.
Porque, al final, si le dañaban las manos, ¿cómo podría continuar con los tratamientos?
Ese era el verdadero significado detrás de las palabras de la señora Leticia.
Entre los sirvientes, Berenice, quien se encontraba al fondo de la habitación, miraba cómo Ángeles era inmovilizada y llevada hacia la salida. Su corazón latía con fuerza, y una sonrisa de triunfo se dibujó en sus labios.
Ser lanzada al estanque de cocodrilo... Aunque sobreviviera, seguramente quedaría irreconocible después de las mordidas de las bestias.
El destino de Ángeles era pues fácil de imaginar.
Tal vez terminaría incluso peor que ella misma, que había quedado desfigurada.
Ángeles, con ambos hombros firmemente sujetados por los hombres, intentó liberarse con un leve movimiento. Pero ese intento solo provocó que uno de los hombres le diera una cachetada fuerte y sin piedad.
—¡Quédate quieta!
La cachetada había sido sin duda, para desquitarse por Emilio. Sin embargo, por alguna razón, Emilio, sentado en su silla de ruedas, dio un respingo, como si él mismo hubiese sido el que recibió el golpe.
Comentários
Os comentários dos leitores sobre o romance: El Regreso de la Heredera Coronada