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Chave de pesquisa: El Regreso de la Heredera Coronada Capítulo 359
La voz envejecida y áspera estaba impregnada de una determinación implacable, bordeando por completo la locura.
El corazón de la sirvienta se congeló; sentía que la anciana había perdido la razón.
No importaba qué métodos o artimañas hubiera utilizado Emilio para llegar al poder, él ya era el jefe de la familia González. El hecho estaba consumado, y esto era algo imposible de revertirlo.
Si la señora Leticia insistía una vez más en actuar de manera irracional y decidía eliminar a su último nieto, entonces, una vez muerto Emilio, la gran familia González sería inevitablemente devorada por otros.
En ese caso, ¿podría una señora Leticia ya anciana y frágil proteger a la familia González?
La vieja sirvienta dudó por un breve momento, pero al final no pudo evitar intervenir para recordarle algo: —Señora Leticia, el señor Emilio todavía la respeta. Además, él también lleva el apellido González.
Que la familia González quedara bajo el control de Emilio era, al menos, mejor que dejarla caer simplemente en manos de extraños.
Por más tensas que fueran las relaciones entre abuela y nieto, al menos, de cara a los demás, ella seguía siendo respetada y conocida como la señora Leticia.
Si realmente rompían relaciones, con el carácter tan despiadado de Emilio, alguien que no dudaba en matar a cualquiera, ¿realmente sería capaz de tolerarla?
La vieja sirvienta llevaba más de cuarenta años al lado de la señora Leticia, desde la juventud hasta ese momento. Habían enfrentado juntas innumerables tormentas y, más allá de ser una persona de confianza, era también su apoyo más cercano.
Cada palabra que decía era únicamente por el bienestar de la señora Leticia.
Sin embargo, la anciana se rio toda rara, mostrando un desprecio absoluto: —¿Respeto de un bastardo? ¿Para qué lo quiero? Si hubiera sabido que tenía esta capacidad, ¡lo habría estrangulado con mis propias manos en su momento!
—Señora Leticia...
—¡Basta, no digas más!
Ordenó furiosa la señora Leticia con el rostro sombrío, mientras la intención asesina en sus ojos se intensificaba. —Esos diecisiete inútiles ya están muertos. Que se mueran, no importa. ¡Consígueme otro grupo de asesinos! Esta vez no necesito que sean buenos luchadores, quiero que sepan manejar con destreza armas de fuego.
—Diles que mientras cumplan con la tarea, el dinero... no será problema.
—Entendido.
La vieja sirvienta dejó escapar un forzado suspiro y se retiró para realizar las llamadas necesarias.
La familia González tenía un poder inmenso, y con dinero se podía mover el mundo. Conseguir unos cuantos asesinos no representaba ninguna dificultad.
Además, cuando la señora Leticia era joven, también había sido una mujer influyente. Siempre había mantenido una conexión importante que ni siquiera Emilio, el actual jefe de la familia, conocía.
Un contacto como ese solía tener una red de relaciones extensa. No pasó siquiera ni medio día cuando la señora Leticia ya había recibido una respuesta.
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