El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 363

Al ver el arma, Salvador quedó paralizado. Su cuerpo se detuvo en seco y el movimiento para golpear se congeló. En ese preciso instante, la sangre pareció helarse por completo en sus venas.

¿Esa cosa... era real?

¿O simplemente lo estaban intimidando?

Salvador no podía creerlo. ¿Cómo era posible que Beatriz, una chica sin respaldo alguno, hubiera conseguido a alguien tan increíble para enfrentarlo? ¡Esto tenía que ser un arma falsa!

—¡No me vas a engañar!

Reanudó el movimiento que había detenido y levantó con fuerza la tapa de la olla que tenía en las manos, lanzándola directamente contra El Calvo Asesino. —¡No soy tan fácil de intimidar, sabes!

La tapa era pesada. Si llegaba a impactar, sin duda alguna le abriría la cabeza al Calvo Asesino.

Salvador estaba seguro de que el hombre se apartaría, pero, para su sorpresa, El Calvo Asesino no hizo ni el más mínimo movimiento y permitió que la tapa le golpeara en la cabeza.

En realidad, el resultado no fue el esperado.

Salvador quedó atónito. Había usado toda su fuerza para golpear, pero la sensación fue como si no hubiera impactado una cabeza humana, sino simplemente un barril de acero.

Incluso sus manos se entumecieron por la vibración, mientras que El Calvo Asesino permaneció inmóvil, sin mostrar el más leve signo de dolor.

¿Acaso este hombre tenía una cabeza de hierro?

Mientras Salvador intentaba entender lo que acababa de suceder y justo cuando planeaba volver a golpearlo, El Calvo Asesino se quitó la gorra que llevaba puesta y, acto seguido, usó su propia cabeza para embestir enfurecido a Salvador.

—¡Ahhh!

El dolor fue insoportable. Vio luces intermitentes y un intenso mareo lo invadió totalmente. Sintió el calor de la sangre deslizándose por su cabeza.

Lo que lo había golpeado era una frente humana, pero se sentía como si lo hubieran impactado con un trozo de acero sólido.

—¡Maldita sea, voy a matarte!

Lleno de rabia y con sed de sangre, barrió el lugar con la mirada hasta que sus ojos encontraron un filoso cuchillo para fruta en la mesa. Sin dudarlo dos veces, lo agarró y se lanzó hacia El Calvo Asesino.

El Calvo Asesino, mientras tanto, seguía manipulando con calma el rifle de francotirador. Con total tranquilidad, instaló el silenciador y, sin siquiera pestañear, disparó de forma precisa una bala que rozó el cuero cabelludo de Salvador.

Mientras tanto, El Calvo Asesino permanecía inmóvil en el balcón, vigilando como un lobo solitario, calmado y paciente. No apartaba los ojos del objetivo en la mira telescópica, con el dedo siempre listo en el gatillo.

Desde el amanecer hasta el anochecer, no se movió ni un milímetro.

Salvador, aterrorizado acurrucado en una esquina, no se atrevía a moverse ni a emitir un solo sonido.

Si no fuera por el agujero de bala en la pared, con la bala aún incrustada en ella, Salvador habría pensado que todo había sido simplemente una pesadilla.

Permaneció temblando todo el día. Cuando llegó la noche, el hambre le hizo rugir el estómago, pero ni siquiera entonces se atrevió a moverse. Observaba con cuidado al hombre en el balcón.

Solo en ese preciso momento, Salvador tuvo una revelación. Este hombre no había venido directamente por él. Y mucho menos había sido enviado por Beatriz para darle una lección.

Entonces, ¿qué quería esta persona?

Incómodo y lleno de preguntas, Salvador miró hacia donde apuntaba la mira telescópica. Revisando una y otra vez en su mente la dirección que seguía, de repente sintió un fuerte escalofrío que recorría su espalda.

¡Estaba vigilando el séptimo piso del edificio que se encontraba enfrente de el!