El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 365

Eso también es cierto.

Aunque Ángeles era generosa, no lo era hasta ese punto.

Entonces, pensó en una solución de intercambio justo y respondió: [Si quieres, pongo el título a mi nombre. Te mudas tú primero y, cuando tengas la capacidad de mantenerla, le hago las escrituras a tu nombre.]

Sin embargo, Beatriz seguía negándose. Podía bromear diciendo que quería que una mujer rica la mantuviera, pero solo era una broma. Después de todo, el valor de una casa era demasiado elevado.

Ángeles no dijo ni una sola palabra y escogió una por su propia cuenta.

De todos modos, cuando comprara la casa, le entregaría las llaves a Beatriz. Si decidía vivir en ese lugar o no, eso ya sería asunto suyo.

La decisión de Ángeles dejó al agente inmobiliario encantado. Si no fuera porque ya era tarde, habría corrido con el contrato en la mano para que Ángeles lo firmara de inmediato.

Además, Ángeles había puesto el ojo en una villa muy hermosa. Decidió verla en persona al día siguiente y, si era adecuada y se ajustaba a sus condiciones, firmaría ambos contratos al mismo tiempo.

Después de fijar la hora, el agente inmobiliario se ofreció a recogerla al día siguiente. Ángeles pensó que así se ahorraría la molestia de pedir un taxi, por lo que aceptó sin pensarlo dos veces.

A la mañana siguiente, Ángeles se levantó, se preparó un plato de pasta, comió y luego limpió la cocina. Justo cuando terminaba, el agente inmobiliario llegó a la entrada de su edificio residencial.

Había llegado veinte minutos antes de la hora acordada.

El agente llamó por teléfono con un tono muy respetuoso: —Señorita Ángeles, tómese su tiempo. Estoy aquí en el piso de abajo esperando. No hay prisa alguna, puedo esperar lo que sea necesario.

Ángeles no lo hizo esperar demasiado tiempo. Se cambió de ropa rápidamente y salió de casa.

—¡Señorita Ángeles, muy buenos días!

El agente inmobiliario la recibió con una sonrisa agradable.

No solo le sostenía la sombrilla para que no se expusiera al sol, sino que también ponía una mano cerca de su cabeza para asegurarse de que no se golpeara al subir al coche. En pocas palabras, atendía cada detalle a la perfección.

Ángeles se acomodó en el auto.

El agente volvió al asiento del conductor y, con calma, puso el auto en marcha. Durante el recorrido, no dejó de sacar temas de conversación. Era bastante ingenioso y sabía cómo atender cualquier tipo de situación que se le presentara.

El auto se alejó, sin que nadie notara que, en el séptimo piso del edificio residencial de enfrente, alguien había pasado junto a la ventana toda la noche.

Belén trató de tocar la puerta, pero uno de los guardias apostados en la entrada la detuvo de inmediato: —Señorita Belén, el señor Vicente ha ordenado que nadie lo moleste.

Belén estaba preocupada y murmuró: —Pero Vicente lleva mucho tiempo sin salir. Me preocupa...

—Déjame entrar a verlo, ¿sí?

—¡Solo entra y dale un vistazo, por favor!

El guardia, con el rostro completamente aburrido, parecía una roca sin ningún tipo de emociones. No se alteraba ante los ruegos y coqueteos de Belén.

Finalmente, después de insistir en repentidas ocasiones , el guardia dijo con firmeza: —Señorita Belén, este es el segundo piso. No es un lugar adecuado al que usted deba venir.

Belén se quedó sin palabras.

El despacho estaba en el segundo piso, el área privada de Vicente.

Desde el primer día que llegó, se le había prohibido subir al segundo piso.