El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 372

Salvador salió de casa cargando tres bolsas grandes de basura para tirarlas afuera.

Lo que no sabía era que, antes de que abriera la puerta, Beatriz ya estaba parada justo frente a su casa. En su temblorosa mano sostenía con fuerza un pequeño cuchillo y dos bolas que contenían veneno.

Escuchó ruidos provenientes del interior de la casa. ¿Había más de una persona adentro?

Beatriz se quedó por un omento pensativa con sospecha. Justo en ese momento, Salvador salió para tirar la basura y, con movimientos rápidos, ella se deslizó hacia la escalera de incendios, escondiéndose allí.

Con un cigarro en la boca, Salvador entró directamente al ascensor.

Mientras observaba cómo los números del ascensor descendían, Beatriz salió silenciosa de la escalera de incendios y se asomó cautelosa hacia la puerta entreabierta de la casa.

Lo que vio la dejó completamente atónita.

Un hombre de espaldas.

Era calvo, con un físico robusto y musculoso. Su cabeza brillaba como si fuera una bombilla, o más bien un huevo cocido.

Pero lo importante de todo no era su apariencia, sino lo que sostenía en sus manos: un rifle de francotirador.

¿Y hacia dónde apuntaba el arma?

Beatriz trazó mentalmente la dirección en la que estaba orientado el cañón y, para su horror, se dio cuenta de que precisamente estaba apuntando justo hacia el balcón de Ángeles.

Entonces recordó las amenazas que Salvador le había hecho hacía apenas un momento. Un sudor frío le recorrió la espalda al comprender la gravedad de la situación.

¿Quién era ese hombre?

¿Y qué estaba planeando hacerle a Ángeles?

Beatriz se tapó aterrada la boca con la mano, asegurándose de no hacer ningún ruido.

Sin embargo, en ese preciso instante, el sonido de un ding proveniente del ascensor resonó detrás de ella. Beatriz giró con rapidez la cabeza y, al darse cuenta de que Salvador ya había salido del ascensor, intentó regresar a la escalera de incendios, pero ya era demasiado tarde.

En el breve momento en que sus miradas se cruzaron, Salvador primero se sintió eufórico, creyendo por un momento que Beatriz había cambiado de opinión y finalmente estaba dispuesta a ser su mujer.

Pero al notar la expresión en el rostro de ella, Salvador se dio cuenta de inmediato de que algo andaba mal. ¡Ella definitivamente había visto lo que no debía!

En las escaleras de emergencia, Beatriz corría desesperada, el sudor empapaba su frente. Las bolsas de verduras que había comprado quedaron olvidadas en algún lugar. Ahora lo único que importaba era correr, correr como loca sin parar.

¡Tengo que advertirle a Ángeles!

Con este único pensamiento aferrándose a su mente, Beatriz sacó fuerzas de donde no sabía que tenía y aceleró como nunca en su vida.

Detrás de ella, Salvador la perseguía con todas sus fuerzas, pero por más que lo intentaba, no lograba alcanzarla. Desesperado, solo pudo gritar:—¡Detente! ¡Te digo que te detengas!

Beatriz, completamente decidida, bajaba las escaleras de tres en tres, sin detenerse. Ya estaba a punto de llegar al último tramo, cuando de repente... Un mal paso.

—¡Ahhh….!

Sintió un dolor punzante, como si un hueso se hubiera fracturado. Pero no podía detenerse en ese preciso momento. Cojeando, siguió avanzando hacia la salida.

Aprovechando el momento, Salvador acortó la distancia entre ellos, acercándose cada vez más.

Beatriz, consciente de que no lograría salir, pensó rápidamente en su teléfono. Lo sacó apresurada del bolsillo con manos temblorosas, pero estaba tan nerviosa que el dispositivo mostró varios intentos fallidos de desbloqueo.