El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 381

Ángeles saltó sin pensarlo dos veces, decidida y sin la más mínima vacilación.

El conductor, Gael, se asustó tanto que pisó aterrado el freno a fondo, pero la velocidad era tan alta que el auto patinó más de doscientos metros antes de detenerse con gran dificultad.

Ángeles terminó cayendo en la maleza al costado de la carretera.

En el instante en que saltó del coche, la mente de Ángeles quedó completamente en blanco. Ni siquiera sabía lo que estaba haciendo; solo quería girarse y comprobar en ese momento cómo estaba Vicente.

Aunque en el momento de saltar intentó protegerse tanto como pudo, siguiendo la inercia y rodando por la maleza un buen tramo, las heridas no tardaron en aparecer.

Su rostro, sus manos y su cintura estaban llenos de ligeros cortes y raspones.

Pasó un buen rato antes de que Ángeles pudiera levantarse del suelo, sintiendo sus huesos como si se hubieran desarmado. Cada paso que daba dejaba una ligera huella de sangre mientras avanzaba hacia el lugar del accidente.

Cuando finalmente llegó al lugar del siniestro, Ángeles ni siquiera había tenido tiempo de correr hacia allí cuando vio a Vicente, al lado del coche de lujo completamente destrozado, cargando a Belén, quien estaba inconsciente, para meterla en otro vehículo.

El auto dio la vuelta, tal vez dirigiéndose al hospital.

Ángeles redujo poco a poco la velocidad de sus pasos y terminó deteniéndose.

El lugar del accidente ya estaba siendo limpiado. Todo parecía estar en ese momento bajo control y en perfecto orden. Aparte del coche destrozado y algunos fragmentos dispersos, era como si nada hubiera pasado.

Ángeles presionó la herida de su espalda con la mano y, al tocarla, notó que estaba cubierta de sangre.

Esa profunda herida se la había hecho al golpearse con una piedra en la maleza cuando saltó del coche. Era un corte tan profundo que dejaba el hueso al descubierto.

Sin fuerzas para seguir, Ángeles se desplomó temblorosa en el suelo.

Antes de perder el conocimiento, alcanzó a lo lejos a ver a Emilio, quien también estaba cubierto de sangre. Caminaba cojeando, con una expresión oscura y furiosa como el carbón.

¡Pff…!

Ángeles quiso reírse, incluso gritarle un "¡te lo mereces!", pero el peso de sus párpados fue más fuerte y finalmente se desmayó.

Por su parte, Emilio estaba a punto de maldecir a todo el mundo, pero la magia negra surtió efecto en ese instante, duplicando su dolor. No estaba menos herido que Ángeles.

En cuestión de segundos, sus ojos se pusieron en blanco y cayó inconsciente junto a Ángeles.

Los cuatro subordinados de confianza de la familia González se miraron confundidos entre sí, completamente atónitos. Todo estaba fuera de control. Uno de ellos se apresuró a hacer llamadas, mientras los otros buscaban camillas para trasladarlos rápidamente.