El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 510

Ángeles no pudo evitar una sonrisa amarga, convencida de que debía algo a ellos, pues en estas dos vidas había venido a saldar esa deuda.

...

En la misma densa niebla, Rafael y Nancy, exhaustos, ralentizaban cada vez más su paso.

Al final, Nancy cayó hacia adelante, murmurando débilmente: —No puedo más, tengo sed, estoy tan cansada...

Habían pasado todo el día sin beber agua ni comer nada.

Incluso la persona más fuerte no podría resistir, mucho menos Nancy, acostumbrada a una vida de comodidades.

Que hubieran aguantado hasta ahora ya era un milagro.

Rafael extendió su mano para ayudarla, pero él también estaba demasiado agotado y reaccionó con lentitud.

Así, Rafael y Nancy cayeron juntos al suelo, sus piernas pesadas como el plomo, hinchadas y entumecidas, tan fatigados que ni siquiera podían mover los dedos.

—Quiero agua...

Había agua por todas partes en la selva, en las hojas de los árboles, en los charcos del suelo, pero Rafael y Nancy habían resistido la tentación de beber durante todo el camino.

Sin pastillas para purificar el agua, esta seguramente contenía bacterias y parásitos, y beberla sin tratamiento significaba una muerte segura.

Pero llevados al límite, Nancy ya no pudo aguantar más. Gateando hacia un grupo de arbustos cercanos, agarró un puñado de hojas y, echando la cabeza hacia atrás, empezó a beber las gotas de agua de las hojas.

Nunca antes se había sentido tan desesperada, ni había encontrado el agua tan dulce.

Nancy avanzaba cada vez más hacia el interior, bebiendo de hoja en hoja.

Rafael, con dificultad, se puso de pie para detenerla, pero antes de que pudiera hablar, sonidos de crujidos suaves emanaron de detrás de la densa niebla.

¿Qué era eso?

Aunque Rafael y Nancy apenas podían mantenerse en pie, la amenaza mortal de las hormigas les dio fuerzas para seguir corriendo desesperadamente.

Aun así, una hormiga logró trepar por la pierna de Rafael y le mordió el talón.

—¡Ahhh!

¿Qué tipo de dolor era ese? Era como si una bala hubiera atravesado su cuerpo y luego hubiera rodado sobre brasas ardientes. El dolor fue tan intenso que Rafael gritó con fuerza, un grito desgarrador.

Nancy, preocupada, fue reprendida por Rafael: —¡No te detengas, sigue corriendo, no mires atrás!

Ambos estaban literalmente corriendo por sus vidas.

Pero, como si la desgracia nunca viniera sola, de repente se quedaron sin camino.

En la niebla, Rafael y Nancy corrían tan frenéticamente que no pudieron detenerse a tiempo y, sin oportunidad de reaccionar, ambos cayeron desde una altura.