El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 622

¿Pero qué más daba?

Lourdes soltó una risa demoniaca, apretó más fuerte el cuchillo manchado de sangre que tenía en la mano y avanzó sigilosa paso a paso hacia Belén.

—Lo que más odio es que me hubieran mentido.

—Así que no te preocupes, Juan ya está muerto, y ahora, ¿te gustaría que te acompañara a ver al dios de la muerte?

El primer pensamiento de Belén fue que Lourdes había enloquecido.

¡De verdad!

—¿Por qué mataste de esa manera tan cruel a Juan, mujer malvada? ¿Cómo pudiste ser tan cruel? ¿Cómo pudiste matarlo?

Belén sentía que también había enloquecido al ver morir a Juan sin poder hacer nada, el dolor extremo la hizo perder en ese momento la cabeza de ira.

—¡Voy a hacerte pagar!

Belén gritó desgarradoramente y, sin más, se lanzó enfurecida sobre Lourdes.

Pronto empezaron a luchar, en el brutal forcejeo y la disputa, el cuchillo sangriento no se sabe a quién le cortó el brazo, goteando sangre fresca continuamente...

Lourdes claramente tenía la ventaja, o mejor dicho, desde el momento en que Belén había intentado matar a su hijo, Lourdes no podía reprimir su ferviente deseo de matar.

¡Nunca subestimes el poder de lucha de una madre!

Querer matar a su hijo es algo imperdonable.

Pronto, Lourdes tumbó a Belén al suelo.

Belén no tenía armas y después de una lucha, ni siquiera le quedaban fuerzas, pero con los ojos enrojecidos y la boca abierta, se lanzó enloquecida hacia Lourdes, deseando morder siquiera un trozo de su carne.

La velocidad del impacto fue tan rápida que Lourdes, desequilibrada, comenzó a retroceder por la inercia.

Belén aprovechó esa oportunidad y ferozmente mordió la pantorrilla de Lourdes.

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de morderla con fuerza, varios guardias irrumpieron, y sin cortesía alguna, le dieron una patada que lanzó a Belén varios metros lejos, haciéndola escupir enseguida un chorro de sangre.

Sabía que llegaría este día, por eso había ordenado a los empleados que se alejaran, todos estaban vigilando a Martín en la habitación del bebé.

El pequeño estaba siendo bueno, aún dormía, con una expresión dulce en su rostro, ajeno a lo que sucedía afuera.

Lourdes hizo un gesto para que todos los empleados se fueran.

Cuando todos se fueron, se arrodilló en el suelo, cubriéndose la cara con las manos, y las lágrimas comenzaron a caer descontroladas entre sus dedos.

Lourdes no hizo ningún ruido, simplemente lloró en silencio.

Después de un rato, miró hacia la cuna de su hijo, con voz ronca y entrecortada dijo, —bebé, creo que soy una mala mujer, una mala madre...

Martín en la cuna seguía durmiendo profundamente, respirando de manera uniforme, su pequeño rostro era lindo.

Limpiamente puro, en su forma más inocente.

...