El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 627

Su sonrisa era sincera, pero las palabras que emanaban de su boca eran incisivas y directas, como un cruel interrogatorio: —¿No deseas sepultar a Juan? ¿No ansías vengarte? Te ofrezco la oportunidad de hacerlo, ¿la aceptarás?

Hmm…. ¿Venganza?

¿Aún disponía de una oportunidad para vengarse?

Belén se mostró algo aturdida.

Ya había asumido la realidad: para ella, la familia Pérez era como una montaña insuperable que solo podía contemplar y admirar de lejos; jamás sería capaz de derribarla.

Emiliano no le concedió tiempo para reflexionar; echó un vistazo a su reloj de pulsera y la apresuró: —¿Vienes conmigo o no? No disponemos de mucho tiempo para pensar. Si prefieres, puedes seguir intentando suicidarte, incluso puedo obsequiarte ese cuchillo que acabo de utilizar.

—Espera ¡Iré contigo!

Belén ignoraba a qué nuevos abismos podría descender esta vez al acompañarlo.

Sin embargo, ya nada le importaba.

Juan ya la esperaba en el infierno.

—Debes prometerme que me ayudarás a vengarme, de lo contrario, no dudaré en morir contigo —lo dijo con dolor.

Esta declaración, casi era una amenaza, fue muy atrevida, pero provocó la risa de Emiliano.

La mirada que Emiliano dirigía ahora a Belén contenía más aprecio que su evaluación inicial.

La última persona que lo había impresionado tanto había sido Paula, igualmente ambiciosa como esta mujer.

Y ahora, Belén, consumida por la ira y el profundo odio, estaba dispuesta a arriesgarlo todo.

Así pues, resultaría ser una herramienta extremadamente útil en sus manos.

—Siempre existe una oportunidad, y si no la hay, no te preocupes yo la crearé. Vamos —declaró Emiliano.

Emiliano extendió la mano hacia Belén, quien insistió en llevarse el cuerpo de Juan.

¿A dónde fueron?

El cuarto todavía mostraba desorden, con indicios de un feroz enfrentamiento, huellas de la lucha entre Lourdes y Belén.

En el suelo, también se observaban alarmantes manchas de sangre.

Pero los cuerpos de Juan y Belén habían desaparecido.

La puerta permanecía bien cerrada, pero la ventana había sido forzada desde afuera, y en el alféizar se encontraban varias huellas desordenadas.

Hugo examinó cuidadoso y de inmediato reportó: —¡Señor Vicente! Alguien vino, ¡se llevaron a Juan y a Belén!

Durante la invasión ruidosa y caótica del vestíbulo, en medio del tumulto, alguien se infiltró silencioso.

Logró con sagacidad llevarse a los dos.